Sentencia del
Tribunal Supremo de 2 de diciembre de 2014 (D. IGNACIO SANCHO GARGALLO).
11. (...) Debemos partir de la jurisprudencia de esta Sala sobre el
deber de declaración del riesgo regulado en la actualidad en el art. 10 LCS.
Esta jurisprudencia se halla contenida en la Sentencia 1200/2007, de 15 de
noviembre, que cita la anterior 600/2006, de 1 de Junio.
Según esta jurisprudencia: «El artículo 10 de la Ley de
Contrato de Seguro regula el deber de declaración del riesgo, como obligación
fundamental del tomador para que el asegurador pueda conocer con exactitud el
riesgo objeto de cobertura (...).
»A través del deber de la declaración del tomador del
seguro de las circunstancias que delimitan el riesgo que se quiere que sea
cubierto por el asegurador, aflora de manera nítida el carácter del contrato de
seguro como de máxima buena fe. En efecto, se sabe que, siendo tan importante
la delimitación del riesgo, ésta no puede llevarse a efecto sin la colaboración
del futuro contratante, que es quien únicamente conoce ciertas circunstancias y
detalles. El asegurador, sólo con mucha dificultad y dentro de un ámbito
limitado, puede procurarse una información directa sobre el concreto riesgo que
pretende asumir, por lo que necesita la ayuda de ese futuro contratante y
requiere de él la información precisa para la concreción y valoración del
riesgo. Se manifiesta la buena fe precisamente en que el asegurador ha de
confiar en la descripción del riesgo que hace la otra parte. La actividad
aseguradora necesita de la colaboración leal de todos los que deseen la
cobertura de los aseguradores. Estos sólo mediante una exacta apreciación del
riesgo pueden decidir justamente si asumirlo o no, y en el caso de que decidan
por la celebración del contrato, determinar el justo precio o prima que debe
pagar el asegurado.
»El artículo 10 de la Ley de Contrato de Seguro, ubicado
dentro del Título I referente a las Disposiciones Generales aplicables a toda
clase de seguros, ha concebido más que un deber de declaración, un deber de
contestación o respuesta del tomador de lo que se le pregunta por el
asegurador, ya que éste, por su mayor conocimiento de la relevancia de los
hechos a los efectos de la adecuada valoración del riesgo, debe preguntar al
contratante aquellos datos que estime oportunos. Concepción que se ha aclarado
y reforzado, si cabe, con la modificación producida en el apartado 1º de este
artículo 10, al añadirse el último párrafo del mismo que dice que: ' quedará
exonerado de tal deber (el tomador del seguro) si el asegurador no le
somete cuestionario o cuando, aún sometiéndoselo, se trate de circunstancias
que puedan influir en la valoración del riesgo y que no estén comprendidas en
el (...)'.
»El artículo 10, en lugar de concebir de una forma
general y abstracta los límites del deber del tomador de declarar todas las
circunstancias por él conocidas que puedan influir en la valoración del riesgo,
ha acotado este deber limitándolo a la contestación del cuestionario que le
somete el asegurador. Aparece así, como ha quedado dicho, no un deber
espontáneo e independiente del tomador, sino un deber de responder a un
cuestionario que tiene su precedente en el derecho suizo. A diferencia del
artículo 381 del Código de Comercio, en el que el asegurado estaba obligado a
decir todo lo que sabía sobre el riesgo y también a decir exactamente todo lo
que dice, el artículo 10 circunscribe el deber de declaración al cuestionario
que el asegurador someta al presunto tomador del seguro. El deber de
declaración se infringe cuando el riesgo que ha sido descrito y que se ha
tenido en cuenta a la hora de la conclusión del contrato es diverso del riesgo
real. Esta infracción resulta de un hecho objetivo, cual es esa diferenciación
entre la situación representada y la real (Sentencias del Tribunal Supremo de
25 de noviembre de 1993 [RJ 1993\9136 ] y 28 de octubre de 1998)».
12. Pero, como apunta la doctrina, para que pueda apreciarse una infracción de
este deber de declaración del riesgo porque el descrito es diverso del real, es
necesario que la discordancia sea relevante, porque las circunstancias en las
que se basó la valoración del riesgo hubieran influido en las condiciones en
que se contrató el seguro y en la decisión del asegurador de aceptar el
contrato.
En nuestro caso, ha quedado acreditado que las dolencias
omitidas en la declaración de salud, que habían motivado la declaración de
invalidez, estaban asociadas a deformaciones físicas y a limitaciones
funcionales de movilidad evidentes, y necesariamente apreciables a simple
vista. Esto es, eran evidentes a la vista del empleado de la Caja que, por
cuenta de la compañía aseguradora, concertó con el tomador el seguro de vida
vinculado al préstamo hipotecario. Eso significa que fue quien contrataba por
la aseguradora quien obvió estas evidentes dolencias y admitió que no
aparecieran reflejadas en la declaración de salud, por las razones que fueran,
pero con el consiguiente efecto de que esta divergencia entre el riesgo
declarado y el riesgo real, al tiempo de concertarse el seguro, no pudiera ser
debida a una conducta dolosa o con culpa grave del tomador del seguro.
Esta última apreciación tiene sentido respecto de la
pretensión esgrimida por la aseguradora demandada, de quedar liberada de su
obligación de pago de la indemnización al amparo de lo previsto en la última
mención del párrafo tercero del art. 10 LCS, según el cual « si medio dolo o
culpa grave del tomador del seguro quedará el asegurador liberado del pago de
la prestación ».
Para que pueda operar esta previsión legal, en atención a
su ubicación sistemática, es necesario que concurran dos requisitos: i) que el
siniestro se haya producido antes de que el asegurador haya hecho la
declaración de denuncia del contrato en la forma prevista en el párrafo segundo
del art. 10 LCS; y ii) la actitud de dolo o culpa grave por parte del tomador
del seguro al tiempo de realizar la declaración de salud, que según la
jurisprudencia se corresponde con «una reticencia en la omisión de hechos,
incluyentes y determinantes para la conclusión del contrato» (Sentencias
1200/2007, de 15 de noviembre, y 1190/2008, de 4 de diciembre de 2008).
En este caso, no sólo no habría dolo o culpa grave por
parte del tomador del seguro, como hemos argumentado antes, sino que ni
siquiera se cumpliría el primer requisito.
Si en el caso en que el asegurador llega a tener
conocimiento de la declaración inexacta del tomador del seguro después de la
firma del contrato, y no opta por su resolución en el plazo legal, se entiende
que ha considerado irrelevante la declaración inexacta y, por lo tanto, caso de
producirse el siniestro, no puede liberarse de la obligación de pago de la
indemnización alegando dolo o culpa grave en el tomador del seguro al realizar
la declaración de salud, con mayor motivo en el caso en que el asegurador es
consciente de esta inexactitud al recabar la declaración de salud y, por lo
tanto, antes de la celebración del contrato.
Esta conclusión se enmarca en las consideraciones más
generales que, sobre la conducta del asegurador, hacíamos en la Sentencia
479/2008, de 3 de junio: «(e)sta Sala declara, en general, la relevancia de la
conducta de la aseguradora durante la vida del contrato cuando sea reveladora
de que determinadas omisiones del asegurado son en realidad irrelevantes. El
deber de buena fe que informa el art. 10 LCS -cuando impone al tomador un deber
de respuesta sin reservas ni inexactitudes- tiene como contrapartida que el
asegurador asume el riesgo cuando, antes de contratar, no ha pedido un mayor
detalle sobre circunstancias que considere relevantes (STS 21 de febrero de
2003, rec. 1868/97). Especialmente, la jurisprudencia tiene en cuenta en los
seguros de crédito, con el fin de valorar la trascendencia de las inexactitudes
que puedan haberse cometido en la declaración, las posibilidades de la
aseguradora de completar su información acerca de los clientes declarados y, en
general, la conducta de la aseguradora durante la vida del contrato en relación
con el estudio y clasificación de determinados clientes (STS 29 de marzo de
2006, rec. 3066/1999), con mayor razón cuando la declaración del tomador del
seguro se proyecta sobre actos económicos futuros imposibles de precisar de
antemano con toda exactitud».
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