Sentencia del
Tribunal Supremo (Pleno de la
Sala de lo Civil) de 9 de mayo de 2013 (D. RAFAEL
GIMENO-BAYON COBOS).
SEXTO: EL CONTROL DE LAS
CLÁUSULAS ABUSIVAS
1. El control imperativo de
las cláusulas abusivas
1.1.
La situación de inferioridad de los consumidores.
108. El Tribunal de Justicia
de la Unión Europea ,
ha declarado de forma reiterada que el sistema de protección que establece la Directiva 93/13 se basa
en la idea de que el consumidor se halla en situación de inferioridad respecto
al profesional, en lo referido tanto a la capacidad de negociación como al
nivel de información, situación que le lleva a adherirse a las condiciones
redactadas de antemano por el profesional sin poder influir en el contenido de
éstas (en este sentido SSTJUE de 27 de junio de 2000, Océano Grupo Editorial y
Salvat Editores, C-240/98 a C-244/98, apartado 25; 26 de octubre 2006, Mostaza
Claro, C-168/05 apartado 25; 4 junio 2009, Pannon GSM C-243/08 apartado 22; 6
de octubre 2009, Asturcom Telecomunicaciones, C40/08 apartado 29; 3 de junio de
2010, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, C-484/08 apartado 27; 9
noviembre de 2010, VB Pénzügyi Lízing, C-137/08 apartado 46; 15 de marzo de
2012, Perenièová y Pereniè, C-453/10, apartado 27; 26 abril de 2012, Invitel,
C-472/10, apartado 33; 14 junio 2012, Banco Español de Crédito, C-618/10,
apartado 39; 21 de febrero de 2013, Banif Plus Bank Zrt C-472/11, apartado 19;
14 de marzo de 2013, Aziz VS. Caixa d#Estalvis de Catalunya C-415/11, apartado
44; y 21 de marzo de 2013, RWE Vertrieb AG, C 92/11, apartado 41).
1.2.
La ineficacia de las cláusulas abusivas.
109. Por esta razón y con el
fin de reemplazar el equilibrio formal que el contrato establece entre los
derechos y obligaciones de las partes por un equilibrio real, el artículo 6,
apartado 1, de la Directiva
93/13/CEE del Consejo, de 5 de abril de 1993, sobre las cláusulas abusivas en
los contratos celebrados con consumidores, dispone que "[l]os Estados
miembros establecerán que no vincularán al consumidor, en las condiciones
estipuladas por sus derechos nacionales, las cláusulas abusivas que figuren en
un contrato celebrado entre éste y un profesional y dispondrán que el contrato
siga siendo obligatorio para las partes en los mismos términos, si éste puede
subsistir sin las cláusulas abusivas". Lo que ha sido interpretado por
la jurisprudencia del TJUE en el sentido de que se trata de una disposición
imperativa que, tomando en consideración la inferioridad de una de las partes
del contrato, trata de reemplazar el equilibrio formal que éste establece entre
los derechos y obligaciones de las partes, por un equilibrio real que pueda
restablecer la igualdad entre éstas (en este sentido las ya citadas SSTJUE de
26 octubre 2006, Mostaza Claro, apartado 36; 4 junio 2009, Pannon, apartado 25;
6 octubre 2009, Asturcom Telecomunicaciones, apartado 30; 9 noviembre 2010, VB
Pénzügyi Lízing, apartado 47; 15 de marzo de 2012, Perenièová y Pereniè,
apartado 28; 26 abril de 2012, Invitel, apartado 34; 14 junio 2012, Banco
Español de Crédito, apartado 40; 21 de febrero de 2013, Banif Plus Bank Zrt,
apartado 20; y 14 marzo 2013, Aziz vs. Catalunyacaixa, apartado 45).
110. En este contexto, como
declaramos en la STS
401/2010, de 1 de julio de 2010, RC 1762/2010, las reglas del mercado se han
revelado incapaces por sí solas para erradicar con carácter definitivo la
utilización de cláusulas abusivas en la contratación con los consumidores. Por
esta razón es preciso articular mecanismos para que las empresas desistan del
uso de cláusulas abusivas, lo que nada más puede conseguirse si, como sostiene la Abogado General ,
en sus conclusiones de 28 de febrero 2013, Duarte Hueros, C-32/12, punto 46, a las empresas no les
"trae cuenta" intentar utilizarlas, ya que "de lo contrario,
al empresario le resultaría más atractivo usar cláusulas abusivas, con la
esperanza de que el consumidor no fuera consciente de los derechos que le
confiere la Directiva
1993/13 y no los invocara en un procedimiento, para lograr que al final, pese a
todo, la cláusula abusiva prevaleciera"
Puedes citar una sentencia en
vez de unas conclusiones de abogado general, por ejemplo: STJUE de 26 octubre
2006 (asunto C-168/05, caso Mostaza Claro), "27 A la luz de estos
principios, el Tribunal de Justicia ha considerado que la facultad del Juez
para examinar de oficio el carácter abusivo de una cláusula constituye un medio
idóneo tanto para alcanzar el resultado señalado por el artículo 6 de la Directiva -impedir que
el consumidor individual quede vinculado por una cláusula abusiva-, como para
ayudar a que se logre el objetivo contemplado en su artículo 7, ya que dicho
examen puede ejercer un efecto disuasorio que contribuya a poner fin a la
utilización de cláusulas abusivas en los contratos celebrados por un
profesional con los consumidores (sentencias Océano Grupo Editorial y Salvat
Editores, antes citada, apartado 28, y de 21 de noviembre de 2002, Cofidis,
C-473/00, Rec. p. I-10875, apartado 32)".
111. La posibilidad de la
intervención del juez, incluso de oficio, se revela así como una herramienta imprescindible
para conseguir el efecto útil de la Directiva 1993/13. En este sentido ya el IC 2000
indicaba que "[...] la sanción prevista en el apartado 1 del artículo 6
de la Directiva
«implica atribuir a las disposiciones de la Directiva el carácter de
norma "imperativa", de "orden público económico", que tiene
que reflejarse en los poderes atribuidos a los órganos jurisdiccionales
nacionales". Lo que ha sido recogido por la STJUE ya citada de 4 de
junio de 2009, Pannon, apartado 23, según la cual "el objetivo
perseguido por el artículo 6 de la
Directiva no podría alcanzarse si los consumidores tuvieran
que hacer frente a la obligación de plantear por sí mismos el carácter abusivo
de una cláusula contractual y que sólo podrá alcanzarse una protección efectiva
del consumidor si el juez nacional está facultado para apreciar de oficio dicha
cláusula".
112. Más aún, el principio de
efectividad del Derecho de la
Unión no solo exige facultar al juez para intervenir de
oficio, sino que impone a este el deber de intervenir. Así lo afirma la STJUE ya citada de 4 de
junio de 2009, Pannon, apartado 32, según la cual "el juez que conoce del
asunto ha de garantizar el efecto útil de la protección que persigue la Directiva ",
para lo que debe intervenir cuando sea preciso ya que " el papel que el
Derecho comunitario atribuye de este modo al juez nacional en la materia de que
se trata no se circunscribe a la mera facultad de pronunciarse sobre la
naturaleza eventualmente abusiva de una cláusula contractual, sino que incluye
asimismo la obligación de examinar de oficio esta cuestión tan pronto como
disponga de los elementos de hecho y de Derecho necesarios para ello" (SSTJUE
ya citadas de 21 de febrero de 2013, Banif Plus Bank Zrt, apartado 23, 14 junio
2012, Banco Español de Crédito, apartado 43, y 4 de junio de 2009, Pannon,
apartado 32).
113. Precisamente, por
tratarse de una intervención de oficio, no necesita que el consumidor presente una
demanda explícita en este sentido, ya que " semejante interpretación
excluiría la posibilidad de que el 31 juez nacional apreciara de oficio el carácter
abusivo de una cláusula contractual en el marco del examen de la admisibilidad
de la demanda de la que conoce y sin petición expresa del consumidor con tal
fin" (STJUE ya citada de 4 de junio de 2009, Pannon, apartado 24).
114. En definitiva, como ha
reiterado el TJUE "el juez nacional debe apreciar de oficio el carácter
abusivo de una cláusula contractual" (SSTJUE de 6 de octubre de 2009,
Asturcom Telecomunicaciones, C40/08, apartado 32, 14 junio 2012, Banco Español
de Crédito, C-618/10, apartado 42+43 y 21 febrero 2013, Caso Banif Plus Bank
Zrt 23).
1.4.
La prueba de oficio de la abusividad.
116. Este deber no solo
comprende el de apreciar la abusividad cuando esta aparezca demostrada de forma
clara y contundente. Cuando existan motivos razonables para entender que una
cláusula es abusiva, si es preciso, se debe acordar la práctica de prueba. En
este sentido, con referencia a un supuesto de atribución de competencia
jurisdiccional territorial exclusiva en un contrato celebrado entre un
profesional y un consumidor, el Tribunal de Justicia declaró que "el
juez nacional debe acordar de oficio diligencias de prueba para determinar si
una cláusula está comprendida en el ámbito de aplicación de la Directiva " (SSTJUE
citadas de 9 de noviembre de 2010, VB Pénzügyi Lízing, apartado 56, 14 junio
2012, Banco Español de Crédito, apartado 44; 21 de febrero de 2013, Banif Plus
Bank Zrt, apartado 24 y 14 marzo 2013 Aziz vs. Catalunyacaixa, apartado 4.
2. El posible aquietamiento a
la cláusula abusiva
117. Ahora bien, la finalidad
de la Directiva
es la tutela del consumidor, por lo que frente a la regla de que la nulidad
absoluta -no la anulabilidad- la puede invocar cualquiera de quienes fueron
parte en el contrato nulo o con cláusulas nulas, la nulidad absoluta de las
cláusulas abusivas nada más entra en juego cuando operan en "detrimento
del consumidor", de tal forma que la obligación de garantizar la
efectividad de la protección conferida por la Directiva , en lo que
respecta a la sanción de una cláusula abusiva, no permite imponer la nulidad en
contra de la voluntad del consumidor, ya que frente al desequilibrio de las
posiciones de empresario y consumidor el Ordenamiento reacciona con un
tratamiento asimétrico y atribuye a este la decisión de invocarla.
118. En este sentido la STJUE ya citada de 4 de
junio de 2009, Pannon, apartado 33, afirma que "el juez nacional no
tiene, en virtud de la
Directiva , el deber de excluir la aplicación de la cláusula
en cuestión si el consumidor, tras haber sido informado al respecto por dicho
juez, manifiesta su intención de no invocar el carácter abusivo y no vinculante
de tal cláusula", de tal forma que "[c]uando considere que tal
cláusula es abusiva se abstendrá de aplicarla, salvo si el consumidor se
opone", y la de 21 de febrero de 2013, Banif Plus Bank Zrt, apartado
27, que "[s]in embargo, el Tribunal de Justicia ha declarado que el
juez nacional no tiene, en virtud de la Directiva , el deber de excluir la aplicación de
la cláusula en cuestión si el consumidor, tras haber sido informado al respecto
por dicho juez, manifiesta su intención de no invocar el carácter abusivo y no vinculante
de tal cláusula (véase la sentencia Pannon GSM, antes citada, apartados 33 y
35)". Lo que reitera en el apartado 35 que, al referirse a la
articulación de mecanismos de contradicción de la posible estimación de oficio
de la abusividad de una cláusula, al razonar que "[e]sta posibilidad
ofrecida al consumidor de expresar su opinión sobre este extremo obedece
también a la obligación que incumbe al juez nacional, como se ha recordado en
el apartado 25 de la presente sentencia, de tener en cuenta, en su caso, la
voluntad manifestada por el consumidor cuando, consciente del carácter no
vinculante de una cláusula abusiva, manifiesta, no obstante, que es contrario a
que se excluya, otorgando así un consentimiento libre e informado a dicha cláusula".
119. Finalmente, también
apuntan en este sentido las conclusiones de la Abogado General de
28 de febrero 2013 C-32/12, Duarte Hueros, punto 53, según el cual "[c]on
independencia de cuál sea la medida elegida por el juez nacional, deberán tenerse
en cuenta dos cosas. En primer lugar, dicha medida no puede adoptarse contra la
voluntad del actor. Precisamente, el derecho a la tutela judicial efectiva
también implica la potestad de no ejercitar los derechos propios. Por ello,
debe averiguarse cuál es la voluntad concreta del consumidor".
3. Los principios de
congruencia y iura novit curia
120. La aplicación de las
reglas expuestas puede plantear ciertas dificultades en nuestro sistema, en el que
el deber de conocer el Derecho y de juzgar conforme al mismo, que a los Jueces
y Tribunales impone el artículo 1.7 del Código Civil, como regla, permite al
tribunal fundar su decisión en preceptos jurídicos distintos de los invocados y
aplicar la norma material que entiende adecuada para la decisión del caso,
tiene como frontera la congruencia, que no permite escoger la concreta tutela
que entiende adecuada de entre todas las posibles, al exigir que se ajuste a la
causa de pedir de conformidad con lo previsto en el artículo 218.1 Ley de
Enjuiciamiento Civil, a cuyo tenor "[l]as sentencias deben ser claras,
precisas y congruentes con las demandas y con las demás pretensiones de las
partes, deducidas oportunamente en el pleito. [...] El tribunal, sin apartarse
de la causa de pedir acudiendo a fundamentos de hecho o de Derecho distintos de
los que las partes hayan querido hacer valer, resolverá conforme a las normas
aplicables al caso, aunque no hayan sido acertadamente citadas o alegadas por
los litigantes".
121. Es decir, en general el
Juez no puede dar a quien suplica, aunque lo pedido sea justo, si para ello
debe apartarse de los hechos esenciales fijados por las partes para justificar
lo pretendido. Corresponde a las partes decidir si ejercitan sus derechos en
vía jurisdiccional -libertad de acción-, y la carga de alegar y probar los
hechos sobre los que el juez debe decidir, según la regla clásica iudex
iudicet secunmdum allegata et probata partium-. En definitiva, no puede
sustentar su decisión en fundamentos diversos de los alegados, cuando estos
delimitan el objeto del proceso.
122. Esta limitación del poder
del juez nacional que "está justificada por el principio según el cual
la iniciativa en un proceso corresponde a las partes y, por consiguiente, el
juez sólo puede actuar de oficio en casos excepcionales, en los que el interés
público exige su intervención" (STJUE de 17 de diciembre de 2009,
Martín Martín, C-227/08, apartado 20, con cita de las de 14 de diciembre de
1995, Van Schijndel y Van Veen, C-430/93, y de 7 de junio de 2007, van der
Weerd y otros, C-222/05 a C-225/05), como afirman las conclusiones de la Abogado General de
28 de febrero 2013 C-32/12 Duarte Hueros punto 32, tiene como principal
objetivo "proteger el derecho de defensa y garantizar el buen
desarrollo del procedimiento, en particular, al prevenir los retrasos
inherentes a la apreciación de nuevos motivos [...] Por ello, al consumidor se
le puede exigir en principio que formule ante el juez sus pretensiones y, en
ese sentido, que las deduzca adecuadamente, en su caso con carácter subsidiario.
Tanto más cuando, como en el caso presente, la intervención de abogado es
preceptiva".
4. Los límites a la autonomía
procesal en materia de cláusulas abusivas
123. No obstante, este límite
no entra en juego en los supuestos de nulidad absoluta, ya que en tales casos
el Ordenamiento reacciona e impone a los poderes del Estado rechazar de oficio
su eficacia, de acuerdo con el clásico principio quod nullum est nullum
effectum producit (lo que es nulo no produce ningún efecto), ya que, como
afirma la STS
88/2010, de 10 de marzo (RC 2492/2005) "esa operatividad ipso iure es
una de las características de la nulidad absoluta".
124. Tratándose de cláusulas
abusivas, como apuntan las conclusiones de la Abogado General de
28 de febrero 2013 C-32/12, Duarte Hueros, punto 37, el principio de eficacia
exige que el tribunal nacional interprete las disposiciones nacionales de modo
que contribuya a cumplir el objetivo de garantizar la tutela judicial efectiva
de los derechos que el ordenamiento jurídico de la Unión confiere a los
justiciables y "de no ser ello posible, dicho tribunal está obligado a
dejar inaplicada, por su propia iniciativa, la disposición nacional contraria, a
saber, en el caso de autos, las normas procesales nacionales cuestionadas en el
procedimiento principal, que recogen la vinculación estricta a la pretensión
deducida", ya que, si bien el principio de autonomía procesal atribuye
a los Estados la regulación del proceso, como indica la STJUE ya citada de 14 junio
2012, Banco Español de Crédito, apartado 46, esta autonomía tiene como límite
que tales normas "no hagan imposible en la práctica o excesivamente
difícil el ejercicio de los derechos que el ordenamiento jurídico de la Unión confiere a los
consumidores (principio de efectividad) (véanse, en este sentido, las
sentencias, antes citadas, Mostaza Claro, apartado 24, y Asturcom
Telecomunicaciones, apartado 38)".
5. El deber de plantear
motivadamente la nulidad de oficio
125. Sin embargo, como afirma la STJUE de 21 de febrero de
2013, Banif Plus Bank Zrt, apartado 29, al aplicar el Derecho de la Unión "el juez
nacional debe observar también las exigencias de una tutela judicial efectiva
de los derechos que el ordenamiento jurídico de la Unión confiere a los
justiciables, conforme se garantiza en el artículo 47 de la Carta de los Derechos
Fundamentales de la
Unión Europea. Entre esas exigencias figura el principio de
contradicción, que forma parte del derecho de defensa y que el juez debe respetar,
en particular cuando zanja un litigio sobre la base de un motivo examinado de
oficio (véase, en 33 este sentido, la sentencia de 2 de diciembre de 2009,
Comisión/Irlanda y otros, C-89/08 P, Rec. p. I- 11245, apartados 50 y 54)".
126. Por ello la coordinación
entre los deberes de garantizar el efecto útil de la protección que persigue la Directiva y respetar el
objetivo perseguido por el deber de congruencia, en el supuesto de que el Juez
aprecie de oficio la eventual nulidad de cláusulas abusivas en contratos
suscritos entre empresarios y consumidores, impone someter a las partes todos
los factores que pueden incidir en la declaración de abusividad de la cláusula
o cláusulas eventualmente nulas, a fin de facilitarles la defensa de sus
intereses, articulando a tal efecto los mecanismos precisos.
127. Así lo impone el Derecho
de la Unión , ya
que, como afirma la STJUE
ya citada de 21 de febrero de 2013, Banif Plus Bank Zrt, apartado 30 "el
principio de contradicción no confiere sólo a cada parte en un proceso el
derecho a conocer y a discutir los documentos y observaciones presentados al
juez por la parte contraria, sino que también implica el derecho de las partes
a conocer y a discutir los elementos examinados de oficio por el juez, sobre
los cuales éste tiene intención de fundamentar su decisión. El Tribunal de
Justicia ha subrayado que, en efecto, para cumplir los requisitos vinculados al
derecho a un proceso equitativo, procede que las partes tengan conocimiento y
puedan debatir de forma contradictoria los elementos tanto de hecho como de
Derecho decisivos para la resolución del procedimiento (véase la sentencia
Comisión/Irlanda y otros, antes citada, apartados 55 y 56)", lo que es
determinante de que en el supuesto de que el juez nacional, después de haber
apreciado inicialmente -sobre la base de los elementos de hecho y de Derecho de
que disponga o que se le hayan comunicado a raíz de las diligencias de prueba
que haya acordado de oficio a tal efecto- que una cláusula está comprendida en
el ámbito de aplicación de la
Directiva , compruebe, tras una apreciación efectuada de
oficio, que dicha cláusula presenta un carácter abusivo "está obligado,
por regla general, a informar de ello a las partes procesales y a instarles a
que debatan de forma contradictoria según las formas previstas al respecto por
las reglas procesales nacionales". Máxime, si se tiene en cuenta que,
como hemos indicado, el consumidor, una vez informado y restablecido el
equilibrio con el empresario mediante la intervención del tribunal, puede
renunciar a la nulidad de la cláusula absusiva.
6. La nulidad de oficio en el
caso de acciones colectivas
128. Sentado lo anterior, es
preciso decidir si la doctrina hasta ahora expuesta es aplicable a los supuestos
en los que la abusividad de determinadas cláusulas no se constata en un pleito
seguido entre un empresario y un consumidor, sino en supuestos en los que se ha
ejercitado una acción en defensa de intereses colectivos.
129. Nuestra respuesta ha de
ser necesariamente afirmativa. Máxime si se tiene en cuenta que:
a) De conformidad con lo
dispuesto en el artículo 9 TRLCU "[l]os poderes públicos protegerán prioritariamente
los derechos de los consumidores y usuarios cuando guarden relación directa con
bienes o servicios de uso o consumo común, ordinario y generalizado".
Los servicios bancarios ya estaban catalogados como servicios de uso común,
ordinario y generalizado por los consumidores y usuarios en el Anexo I.C) del Real
Decreto 287/1991, de 8 marzo, por el que se aprueba el Catálogo de productos,
bienes y servicios a determinados efectos de la Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios. Hoy los servicios bancarios y financieros figuran
relacionados en el apartado c.13) del Real Decreto 1507/2000, de 1 de septiembre
que lo actualiza.
b) La tutela de los
consumidores no solo se ha demandado por una asociación de consumidores -en la
que los intereses particulares de quienes la representan pudieran superponerse
a los generales (de ahí el necesario control mediante la inscripción en el
Registro)-, sino por el Ministerio Fiscal, al que el Ordenamiento reconoce
expresa legitimación -el artículo 16 LCGC dispone que "[l]as acciones
previstas en el artículo 12 podrán ser ejercitadas por las siguientes
entidades: [...] 6. El Ministerio Fiscal"- justificada por la enmienda
92 del Grupo Parlamentario Catalán en que "al Ministerio Fiscal en los
términos del artículo 124 de la
Constitución le corresponde la defensa de los intereses
generales".
c) Como afirman las SSTJUE de
26 de octubre 2006, Mostaza Claro, apartado 38, y 4 de junio de 2009, Pannon,
apartado 31, es precisamente "la importancia del interés público en que
se basa la protección que la
Directiva otorga a los consumidores", la que justifica
que el juez nacional deba apreciar de oficio el carácter abusivo de una
cláusula contractual y, de este modo, subsanar el desequilibrio que existe
entre el consumidor y el profesional.
7. Conclusión
130.
Lo expuesto es determinante de que, en la medida en que sea necesario para
lograr la eficacia del Derecho de la
Unión , en los supuestos de cláusulas abusivas, los tribunales
deban atemperar las clásicas rigideces del proceso, de tal forma que, en el
análisis de la eventual abusividad de las cláusulas cuya declaración de nulidad
fue interesada, no es preciso que nos ajustemos formalmente a la estructura de
los recursos. Tampoco es preciso que el fallo se ajuste exactamente al suplico
de la demanda, siempre que las partes hayan tenido la oportunidad de ser oídas
sobre los argumentos determinantes de la calificación de las cláusulas como
abusivas.
SÉPTIMO: LAS CONDICIONES
GENERALES SOBRE EL OBJETO PRINCIPAL DEL CONTRATO
1. Planteamiento de la
cuestión
131. Las demandadas y la
sentencia recurrida no cuestionan que las cláusulas controvertidas tengan carácter
contractual y que su inclusión en los contratos de préstamo hipotecario con
consumidores es facultativa. Así lo evidencia la realidad explicitada -no en
todos los préstamos hipotecarios se utilizan cláusulas de estabilización del
tipo de interés- y no se ha alegado la existencia de normativa que exija que en
los préstamos hipotecarios deban pactarse tipos de interés variable ni que
exista una norma que indique cual es la concreta fórmula que debe utilizarse en
el caso de que se opte por esta modalidad de préstamo.
132. Tampoco cuestionan que se
trata de cláusulas prerredactadas y, de hecho, la propia regulación sectorial
demuestra que se trata de cláusulas predispuestas, que en su aplicación
práctica se concretan en ofertas "irrevocables".
133. Finalmente, tampoco se
discute que se trata de cláusulas destinadas por las prestamistas a ser incluidas
en una pluralidad de contratos.
134. La sentencia recurrida
rechaza que las cláusulas contractuales controvertidas deban considerarse condiciones
generales de la contratación porque versan sobre los elementos esenciales de
los contratos y porque, precisamente por ello el consumidor necesariamente las
conoce y las acepta libre y voluntariamente.
135. En consecuencia, es
preciso examinar si los pactos que definen el objeto principal de los contratos
pueden tener la consideración de condiciones generales.
2. Valoración de la Sala
2.1.
Requisitos de las condiciones generales.
136. El apartado 1 del
artículo 1 LCGC dispone que "[s]on condiciones generales de la
contratación las cláusulas predispuestas cuya incorporación al contrato sea
impuesta por una de las partes, con independencia de la autoría material de las
mismas, de su apariencia externa, de su extensión y de cualesquiera otras circunstancias,
habiendo sido redactadas con la finalidad de ser incorporadas a una pluralidad
de contratos".
137. La exégesis de la norma
ha llevado a la doctrina a concluir que constituyen requisitos para que se trate
de condiciones generales de la contratación los siguientes:
a) Contractualidad: se trata
de "cláusulas contractuales" y su inserción en el contrato no deriva
del acatamiento de una norma imperativa que imponga su inclusión.
b) Predisposición: la cláusula
ha de estar prerredactada, siendo irrelevante que lo haya sido por el propio empresario
o por terceros, siendo su característica no ser fruto del consenso alcanzado
después de una fase de tratos previos. En particular en el caso de los
contratos de adhesión.
c) Imposición: su
incorporación al contrato debe ser impuesta por una de las partes -aunque la
norma no lo exige de forma expresa, dada su vocación de generalidad, debe ser
impuesta por un empresario-, de tal forma que el bien o servicio sobre el que
versa el contrato nada más puede obtenerse mediante el acatamiento a la
inclusión en el mismo de la cláusula.
d) Generalidad: las cláusulas
deben estar incorporadas a una pluralidad de contratos o estar destinadas a tal
fin ya que, como afirma la doctrina, se trata de modelos de declaraciones
negociales que tienen la finalidad de disciplinar uniformemente los contratos
que van a realizarse.
138. De otro lado, para que
una cláusula contractual sea calificada como condición general de contratación
resulta irrelevante:
a) La autoría material, la
apariencia externa, su extensión y cualesquiera otras circunstancias; y b) Que
el adherente sea un profesional o un consumidor -la Exposición de Motivos
LCGC indica en el preámbulo que "la Ley pretende proteger los legítimos intereses de
los consumidores y usuarios, pero también de cualquiera que contrate con una
persona que utilice condiciones generales en su actividad contractual",
y que "[l]as condiciones generales de la contratación se pueden dar
tanto en las relaciones de profesionales entre sí como de éstos con los
consumidores".
2.2.
Las condiciones generales sobre elementos esenciales de los contratos
139. Los costes de los
recursos que se deben invertir en el diálogo que todo proceso individualizado de
negociación conlleva -con el correlativo encarecimiento del producto o servicio
que al final repercute en el precio que paga el consumidor o usuario-, unido al
elevado volumen de operaciones que se realizan en el desarrollo de determinadas
actividades negociales, fue determinante de que en ciertos sectores de la economía
se sustituyesen los tratos personalizados de los términos y las condiciones de
los contratos, por la contratación por medio de condiciones generales propias
del tráfico en masa, en los que el diálogo da paso al monólogo de la
predisposición del contenido contractual por parte del profesional o
empresario, ya que el destinatario -tanto si es otro profesional o empresario
como si es consumidor o usuario-, acepta o rechaza sin posibilidad de negociar
de forma singularizada, dando lugar a lo que la STS 406/2012, de 18 de junio, RC 46/2010,
califica como "un auténtico modo de contratar, diferenciable de la
contratación por negociación, con un régimen y presupuesto causal propio y
específico".
140. El insatisfactorio
resultado de aplicar las reglas clásicas de contratación liberales, pensadas
para supuestos en los que los contratantes se hallan en una posición idéntica o
semejante, para regular los contratos celebrados de acuerdo con este modo de
contratar, fue determinante de que el legislador introdujese ciertas especialidades
conducentes a un tratamiento asimétrico, con la finalidad, declarada en la EM de la LCGC , de restablecer en la
medida de lo posible la igualdad de posiciones ya que "[l]a protección
de la igualdad de los contratantes es presupuesto necesario de la justicia de
los contenidos contractuales y constituye uno de los imperativos de la política
jurídica en el ámbito de la actividad económica. Por ello la Ley pretende proteger los legítimos
intereses de los consumidores y usuarios, pero también de cualquiera que
contrate con una persona que utilice condiciones generales en su actividad
contractual".
141. Pese a todo, la
aplicación de las reglas de reequilibrio contenidas en la LCGC no se extiende a todo
tipo de contratos, ya que, como afirma la referida Exposición de Motivos "[d]esde
el punto de vista objetivo se excluyen ciertos contratos que por sus
características específicas, por la materia que tratan y por la alienidad de la
idea de predisposición contractual, no deben estar comprendidos en la Ley ". Pero si se
trata de contratos sujetos a la norma especial, a diferencia de otros
ordenamientos, no se excluyen aquellas cláusulas o condiciones definitorias del
"objeto principal", por lo que no hay base para el planteamiento
alternativo que hace la sentencia recurrida.
142. En nuestro sistema una
condición general de la contratación puede referirse al objeto principal y, de hecho,
para el empresario probablemente la mayor utilidad de las condiciones generales
se halla precisamente en la definición de este. Cuestión distinta es determinar
cuál es el grado de control que la ley articula cuando las condiciones
generales se refieren a él y, singularmente, cuando los intereses en juego a
cohonestar son los de un profesional o empresario y un consumidor o usuario,
ante la necesidad de coordinar, por un lado, la libertad de empresa en el marco
de la economía de mercado, que proclama el artículo 38 CE y, por otro, la
defensa de los consumidores y usuarios que el artículo 51 CE impone a los
poderes públicos, al exigir que garantice mediante procedimientos eficaces "los
legítimos intereses económicos de los mismos".
2.2.
El conocimiento de las condiciones generales.
143. Sin perjuicio de lo que
se dirá al analizar la transparencia de las cláusulas, no podemos compartir la equiparación
que hace la sentencia recurrida entre desconocimiento de una clausula e
imposición de la misma.
El empresario, al configurar
la oferta, puede imponer al consumidor una cláusula indeseada por este que,
pese a conocerla, debe aceptar para contratar. Tal conocimiento no excluye su
naturaleza de condición general y constituye un requisito absolutamente
elemental para ser consentidas e incorporadas al contrato, tanto por ser el
consentimiento uno de sus elementos desde la perspectiva de la doctrina
clásica, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 1261.1º CC -"[n]o
hay contrato sino cuando concurren los requisitos siguientes: 1º Consentimiento
de los contratantes [...]"- como por exigirlo de forma expresa el
artículo 5.1 LCGC según el cual " [l]as condiciones generales pasarán a
formar parte del contrato cuando se acepte por el adherente su incorporación al
mismo".
2.3.
Conclusiones
144. De lo hasta ahora
expuesto cabe concluir que:
a) El
hecho de que se refieran al objeto principal del contrato en el que están
insertadas, no es obstáculo para que una cláusula contractual sea calificada
como condición general de la contratación, ya que esta se definen por el
proceso seguido para su inclusión en el mismo.
b) El
conocimiento de una cláusula -sea o no condición general o condición
particular- es un requisito previo al consentimiento y es necesario para su
incorporación al contrato, ya que, en otro caso, sin perjuicio de otras
posibles consecuencias - singularmente para el imponente- no obligaría a
ninguna de las partes.
c) No
excluye la naturaleza de condición general de la contratación el cumplimiento
por el empresario de los deberes de información exigidos por la regulación
sectorial.
OCTAVO: LA IMPOSICIÓN DE LAS
CONDICIONES GENERALES
1. Planteamiento de la
cuestión
145. La sentencia recurrida
también rechaza que los pactos de limitación de la variabilidad de intereses hayan
sido impuestos por las entidades de crédito. Para ello se basa en las
siguientes premisas: a) Las escrituras de préstamos hipotecarios que formalizan
las demandadas, en algunas ocasiones contienen pactos de limitación del interés
y en otras ocasiones no -hecho probado intangible en casación-, de lo que la
sentencia recurrida concluye -valoración jurídica susceptible de revisión por
este tribunal- que los hechos probados acreditan " la posibilidad de
una negociación efectiva, no meramente ilusoria o quimérica"; y b) La OM de 5 de mayo de 1994
"regula el iter negocial de la contratación" -extremo de hecho-, de
lo que concluye que la observancia de los trámites regulados en la OM garantizan la transparencia
y aseguran que el proceso de formación de la voluntad del prestatario se
desarrolle libremente -valoración jurídica- de tal forma que la cláusula se
suscribe "con el adecuado conocimiento y con total información".
146. En consecuencia, es
preciso que analicemos si los pactos de limitación de la variabilidad de intereses
han sido y están destinados a ser impuestos
2. Valoración de la Sala
2.1.
La elección entre contratos con cláusulas impuestas.
147. El artículo 1 LCGC no
precisa qué debe entenderse por imposición de la condición general por una de
las partes, por lo que, al desarrollarse el litigio en materia de condiciones
insertas en contratos con consumidores resulta particularmente útil lo
dispuesto en el art. 3.2 de la
Directiva 93/13, a cuyo tenor "[s]e considerará que
una cláusula no se ha negociado individualmente cuando haya sido redactada
previamente y el consumidor no haya podido influir sobre su contenido, en
particular en el caso de los contratos de adhesión".
148. La exégesis de la norma
transcrita impone concluir que el carácter impuesto de una cláusula o condición
general prerredactada no desaparece por el hecho de que el empresario formule
una pluralidad de ofertas cuando todas están estandarizadas con base cláusulas
predispuestas, sin posibilidad real alguna de negociación por el consumidor
medio, en orden a la individualización o singularización del contrato, ya que, como
afirma el Ministerio Fiscal, la norma no exige que la condición se incorpore "a
todos los futuros contratos, sino a una pluralidad de ellos".
149. Más aún, cuando se trata
de condiciones generales en contratos con consumidores, ni siquiera es preciso
que el consumidor observe una conducta activa, pese a lo cual vea rechazado su
intento de negociar, ya que, a diferencia de lo que exigía el artículo 10.2 LCU
en su primitiva redacción "[a] los efectos de esta Ley se entiende por
cláusulas, condiciones o estipulaciones de carácter general, el conjunto de las
redactadas previa y unilateralmente por una Empresa o grupo de Empresas para
aplicarlas a todos los contratos que aquélla o éste celebren, y cuya aplicación
no puede evitar el consumidor o usuario, siempre que quiera obtener el bien o
servicio de que se trate" -lo que fue interpretado por la STS de 20 de noviembre de
1996, RC 3930/1992, en el sentido de que "[s]e le exige que no haya
podido eludir su aplicación, en otras palabras, no una actitud meramente pasiva
". En definitiva, la norma vigente, fruto de la transposición de la Directiva 93/13, no
requiere que las condiciones estén redactadas para ser aplicadas a "todos
los contratos" que aquella o estos celebren, ni exige la inevitabilidad.
Solo que se trate de cláusulas "no negociadas individualmente".
150. Es cierto que, como
apunta la citada STS 406/2012, de 18 de junio, debe distinguirse entre el hecho
de participar en la redacción del contrato y el carácter negociado de una
cláusula contractual, pero también lo 37 es que, a efectos de la tutela de los consumidores, las
cláusulas contractuales prerredactas, sean condiciones generales -sometidas a la LCGC- o particulares -no
sujetas a dicha norma-, deben entenderse impuestas cuando no han sido
negociadas individualmente. Como de forma gráfica describe el Ministerio
Fiscal, existe imposición cuando, elegido un determinado contrato, "[...]
nada ni nadie evita al cliente la inserción de la cláusula suelo y techo".
151. Esta "imposición del
contenido" del contrato no puede identificarse con la "imposición del
contrato" en el sentido de "obligar a contratar". Es el
consumidor el que ponderando sus intereses, en el ejercicio de su libertad de
contratar, deberá decidir si contrata o no y con quien, ya que una cosa es la
prestación del consentimiento de forma individualizada, voluntaria y libre
-razonablemente garantizada por la intervención notarial- y otra identificar
tal consentimiento en el contenido con la previa existencia de negociación
individualizada del mismo.
152. Máxime cuando se trata de
productos o servicios de consumo no habitual y de elevada complejidad técnica,
en el que la capacidad real de comparación de ofertas y la posibilidad real de
comparación para el consumidor medio es reducida, tratándose con frecuencia de
un "cliente cautivo" por la naturaleza de las relaciones mantenidas
por los consumidores con "sus" bancos que minoran su capacidad real
de elección.
2.2.
La prueba de los hechos notorios.
153. El sistema, ante los
insoportables costes que pudiera provocar la desconexión entre la "verdad procesal"
y la realidad extraprocesal, de acuerdo con la regla clásica notoria non
egent probatione [el hecho notorio no precisa prueba], a la que se refieren
las SSTS 95/2009, de 2 de marzo, RC 1561/2003; 114/2009, de 9 de marzo, RC
119/2004, y 706/2010, de 18 de noviembre, RC 886/2007, dispone en el artículo
281.4 LEC que "[n]o será necesario probar los hechos que gocen de
notoriedad absoluta y general".
154. La norma no define qué
debe entenderse por "notoriedad absoluta y general" y tal requisito
ha sido interpretado con cierto rigor -la STS 57/1998, de 4 de febrero; RC 269/1994, afirma
que para que los hechos notorios puedan actuar en el área probatoria del
proceso "[...] han de tener unas características rotundas de ser conocidos
de una manera general y absoluta". Pero es lo cierto que tales
exigencias no pueden ser entendidas de forma tan rígida que conviertan la
exención de prueba en la necesidad de la diabólica demostración de que el hecho
afirmado es conocimiento "general y absoluto" por todos los miembros
de la comunidad.
155. Por ello, se estima suficiente
que el tribunal los conozca y tenga la convicción de que tal conocimiento es
compartido y está generalizado, en el momento de formular el juicio de hecho
-límite temporal-, entre los ciudadanos medios, miembros la comunidad cuando se
trata de materias de interés público, ya entre los consumidores que forman
parte del segmento de la comunidad al que los mismos afectan -ámbito de la
difusión del conocimiento-, en la que se desarrolla el litigio -límite
espacial-, con la lógica consecuencia de que en tal caso, como sostiene la STS 62/2009, de 11 de febrero,
RC 1528/2003, quedan exentos de prueba.
156. Pues bien, es notorio que
en determinados productos y servicios tanto la oferta como el precio o
contraprestación a satisfacer por ellos están absolutamente predeterminados.
Quien pretende obtenerlos, alternativamente, deberá acatar las condiciones
impuestas por el oferente o renunciar a contratar. Así ocurre precisamente en
el mercado de bienes o servicios de uso o consumo común, ordinario y
generalizado a que alude artículo 9 del TRLCU. En él se cumple el fenómeno que
una de las recurridas describe como "take it or leave it" -lo tomas o
lo dejas-.
157. Entre ellos, como se ha
indicado, se hallan los servicios bancarios y financieros, uno de los más estandarizados
-el IC 2000 afirma que "[...] los servicios financieros son grandes
«consumidores» de cláusulas contractuales", y, de hecho, la citada OM
de 1994 parte de que el contenido de los contratos a que se refiere la propia
norma tiene carácter de condiciones generales predispuestas e impuestas. De ahí
que imponga determinados deberes de información a las prestamistas y al notario
que autoriza la correspondiente escritura.
158. Más aún, el IC 2000,
precisa que "[e]s ilusorio pensar que los contratos de consumo de masa puedan
contener verdaderamente cláusulas negociadas individualmente que no sean las
relativas a las características del producto (color, modelo, etc.), al precio o
a la fecha de entrega del bien o de prestación del servicio, cláusulas todas
con respecto a las cuales raramente se plantean cuestiones sobre su posible carácter
abusivo."
159. En idéntico sentido el
IBE afirma de forma expresiva en el apartado 3.1. -utilización de cláusulas limitativas
a la variación- lo siguiente: 38 "[u]n análisis desagregado de estas prácticas
muestra que la aplicación o no de este tipo de cláusulas es, en general, una
práctica decidida, en cada momento, por cada una de las entidades para el
conjunto de sus operaciones. Por otra parte, también se trata de una práctica
que suele aplicarse por las entidades con bastante rigidez. Es decir, la
decisión de aplicar o no estas cláusulas se adopta como política comercial de carácter
general por la dirección central de cada entidad y se suele ligar a los
productos hipotecarios con mayor distribución de cada una. De esta forma, los
elementos finales de la cadena de comercialización del producto, normalmente
los directores de sucursal, no tienen la facultad de alterar esa característica
básica del producto. Aunque en algunos casos sí pueden modificar mínimamente
alguna variable del mismo, lo mismo que ocurre con los diferenciales
practicados sobre el índice de referencia correspondiente [...] En definitiva,
la aplicación de estas cláusulas obedece a decisiones individuales de cada
entidad".
2.2.
La carga de la prueba de la negociación de las cláusulas predispuestas
161. Así lo evidencia la
génesis de la norma. El apartado 3 del artículo 1 del Proyecto de LCGC
coincidía literalmente con la previsión transcrita. El apartado fue suprimido
del texto aprobado por la
Comisión de Justicia e Interior con Competencia Legislativa
Plena y por el procedimiento de urgencia, al asumir el informe emitido por la Ponencia que propuso la
incorporación de las enmiendas 17 del Grupo Parlamentario Vasco (EAJ-PNV) y 77
del Grupo Parlamentario Catalán (CiU), ambas de supresión, que, en términos
prácticamente idénticos, justificaron la supresión en que tal regla, según la
cual la empresa que afirme que una cláusula ha sido objeto de negociación
individual asume la carga de la prueba. Ya aparecía en el propio Proyecto como
parte del nuevo artículo 10 bis de la
Ley 26/1984, lo que constituía "una regla aceptable
en la relación empresa-consumidor, supuesto que quedaría cubierto con este
artículo 10 bis, pero que no se justifica en el caso de contratación entre
empresas o profesionales", ya que la regla derivaba de la Directiva 93/13/CEE y el
ámbito de esta se circunscribía a los contratos con consumidores.
162. En consecuencia, si bien
cuando se trata de la acción de cesación no es posible la aplicación directa
del artículo 82.2 TRLCU -ya que no existe un consumidor concreto con el que se
haya negociado o al que se haya impuesto la condición general-, demostrado que
determinadas cláusulas se han redactado por un empresario para ser incluidas en
una pluralidad de contratos a celebrar con consumidores, teniendo en cuenta la
inutilidad de predisponer cláusulas que después pueden ser negociadas de forma
individualizada, se permite tener por acreditado que las cláusulas impugnadas
tienen la consideración de cláusulas destinadas a ser impuestas, de tal forma
que, en el enjuiciamiento de su carácter negociado o impuesto, la carga de la prueba
de que no se destinan a ser impuestas y de que se trata de simples propuestas a
negociar, recae sobre el empresario. Máxime cuando la acción de cesación tiene
por objeto cláusulas ya utilizadas y podría haberse probado que, cuando menos,
en un número significativo de contratos se había negociado individualmente.
163. Esta regla, en contra de
lo sostenido por una de las recurridas, se reitera en el artículo 32 de la Propuesta de Directiva
del Parlamento Europeo y del Consejo de 8 de octubre de 2008 sobre derechos de
los consumidores dispone que "[s]i el comerciante afirma que una
cláusula contractual se ha negociado individualmente, asumirá la carga de la
prueba".
164. Más aún, de hecho aunque
no existiese norma específica sobre la carga de la prueba de la existencia de
negociación individual, otra tesis abocaría al consumidor a la imposible
demostración de un hecho negativo -la ausencia de negociación-, lo que
configura una prueba imposible o diabólica que, como precisa la sentencia STS
44/2012, de 15 de febrero de 2012, RC 93 / 2009, reproduciendo la
doctrina constitucional, vulneraría el derecho a la tutela efectiva.
2.3.
Conclusiones
165. De lo hasta ahora
expuesto cabe concluir que:
a) La
prestación del consentimiento a una cláusula predispuesta debe calificarse como
impuesta por el empresario cuando el consumidor no puede influir en su
supresión o en su contenido, de tal forma que o se adhiere y consiente
contratar con dicha cláusula o debe renunciar a contratar.
b) No
puede equipararse la negociación con la posibilidad real de escoger entre
pluralidad de ofertas de contrato sometidas todas ellas a condiciones generales
de contratación aunque varias de ellas procedan del mismo empresario.
c)
Tampoco equivale a negociación individual susceptible de eliminar la condición
de cláusula no negociada individualmente, la posibilidad, cuando menos teórica,
de escoger entre diferentes ofertas de distintos empresarios.
d) La
carga de la prueba de que una cláusula prerredactada no está destinada a ser
incluida en pluralidad de ofertas de contrato dirigidos por un empresario o
profesional a los consumidores, recae sobre el empresario.
166.
Finalmente, a fin de evitar equívocos, añadiremos que la imposición de
cláusulas o condiciones generales por el empresario a los consumidores, no
comporta su ilicitud. Se trata de un mecanismo de contratar propio de la
contratación en masa, ante la imposibilidad y los costes de mantener diálogos
individualizados o, como afirma la
STS 406/2012, de 18 de junio, RC 46/2010, se trata de un
fenómeno que "comporta en la actualidad un auténtico "modo de
contratar", diferenciable de la contratación por negociación, con un
régimen y presupuesto causal propio y específico". De tal forma, que
ni siquiera cuando la totalidad del contrato hubiera sido predispuesto por una
de las partes, ya que, dentro de los límites fijados por el legislador, la
libertad de empresa permite al empresario diseñar los productos y servicios que
ofrece y en qué condiciones, afirmando la STS 99/2009, de 4 de marzo, RC 535/2004, que "la
calificación como contrato de adhesión [...] no provoca por ello mismo su
nulidad ".
NOVENO: LAS CONDICIONES
GENERALES EN SECTORES REGULADOS
1. Planteamiento de la
cuestión
167. Uno de los argumentos
esgrimidos por las entidades crediticias para sostener que, incluso si las cláusulas
controvertidas se califican como condiciones generales de la contratación no
deben someterse a la LCGC
es que las denominadas cláusulas "suelo" de los préstamos
hipotecarios están admitidas y reguladas expresamente en las siguientes
disposiciones legales:
a) la OM de 12 de diciembre de 1989,
sobre tipos de interés, comisiones, normas de actuación, información a clientes
y publicidad de las entidades de crédito, modificada por la OM de 12 de junio de 2010, de
regulación y control de la publicidad de los servicios y productos bancarios,
dictada en desarrollo de la Ley
26/1988, de 29 de julio, de Disciplina e Intervención de Entidades de Crédito,
y conforme a su habilitación;
b) la OM de 5 de mayo de 1994, sobre
transparencia de las condiciones financieras de los préstamos hipotecarios,
modificada por las OO.MM. de 27 de octubre de 1995, de 1 de diciembre de 1999 y
de 28 de octubre de 2011 -esta última, posterior a la fecha de la sentencia
recurrida-;
c) la Ley 2/2009, de 31 de marzo, de
Contratación de Préstamos Hipotecarios con Particulares.
d) Además, en el ámbito
europeo, la propuesta de Directiva n° 2011/0062 (COD) del Parlamento Europeo y
del Consejo, sobre los contratos de crédito bienes inmuebles de uso
residencial, admite la legalidad y validez de cualquier modalidad de este tipo
de cláusulas.
2. Valoración de la Sala
2.1.
El control en sectores regulados
168. Uno de los principios
constitucionales rectores de la política social y económica, a tenor del
artículo 51 de la
Constitución Española , es la tutela de los legítimos
intereses económicos de los consumidores, lo que es determinante de que el
Ordenamiento desarrolle una pluralidad de normas que convergen en el intento de
garantizar la existencia de mecanismos y procedimientos a tal fin (en este
sentido STS 401/2010, de 1 de julio de 2010, RC 1762/2010).
169. Por esta razón, en
determinados supuestos el sistema impone un concreto clausulado uniforme e
imperativo que facilita al consumidor la decisión reflexiva de sus
comportamientos económicos, lo que se revela especialmente necesario en
aquellos en los que la complejidad de los contratos y la identificación de las variables
que inciden en el mismo pueden dificultar la comparación de las ofertas
existentes en el mercado.
170. En tales casos, desde la
perspectiva del Derecho nacional, con independencia de la discutible "contractualidad"
de las condiciones cuando su incorporación al contrato no se impone por una de
las partes, sino por una disposición legal o administrativa de carácter
general, es lo cierto que el artículo 4.2 LCGC dispone que "[l]a
presente Ley no se aplicará [...]. Tampoco será de aplicación esta Ley a las
condiciones generales que [...] vengan reguladas específicamente por una
disposición legal o administrativa de carácter general y que sean de aplicación
obligatoria para los contratantes".
171. Cuando se trata de
condiciones generales utilizadas en contratos con consumidores, el considerando
decimotercero de la
Directiva 93/13 indica que "[...] se supone que las
disposiciones legales o reglamentarias de los Estados miembros por las que se
fijan, directa o indirectamente, las cláusulas de los contratos celebrados con
los consumidores no contienen cláusulas abusivas; que por consiguiente, no
resulta necesario someter a las disposiciones de la presente Directiva las
cláusulas que reflejan las disposiciones legales o reglamentarias imperativas
ni las disposiciones de convenios internacionales de los que los Estados
miembros o la Comunidad
sean parte; que a este respecto, la expresión « disposiciones legales o
reglamentarias imperativas» que aparece en el apartado 2 del artículo 1 incluye
también las normas que, con arreglo a derecho, se aplican entre las partes
contratantes cuando no exista ningún otro acuerdo". A su vez el
apartado 2 del artículo 1, dispone que "[l]as cláusulas contractuales
que reflejen disposiciones legales o reglamentarias imperativas [...] no
estarán sometidos a las disposiciones de la presente Directiva".
172. Las reglas transcritas en
el anterior apartado han sido interpretadas por el IC 2000 en el sentido de que
la expresión "disposiciones legales o reglamentarias imperativas" se
refiere a las normas que, con arreglo a derecho, se aplican entre las partes
contratantes cuando no exista ningún otro acuerdo (considerando nº 13) ya que "[e]n
el espíritu de la Directiva ,
se considera asimismo que las disposiciones legales o reglamentarias de los
Estados miembros por las que se fijan las cláusulas de los contratos celebrados
con los consumidores no contienen cláusulas abusivas y que, por consiguiente,
pueden excluirse del ámbito de aplicación de la Directiva a condición de
que los Estados miembros velen por que en ellas no figuren dichas cláusulas
(considerando nº 14).
173. También la STJUE de 21 de marzo de
2013, RWE Vertrieb AG, C-92/11, apartado 25 afirma que: "[...] tal como
se desprende del artículo 1, apartado 2, de la Directiva 93/13, las
cláusulas contractuales que reflejen disposiciones legales o reglamentarias
imperativas no están sujetas a las disposiciones de la misma", lo que
según el apartado 26 "[...] se extiende a las cláusulas que reflejan
las disposiciones del Derecho nacional que se apliquen entre las partes
contratantes con independencia de su elección o aquellas de tales disposiciones
aplicables por defecto, es decir, cuando las partes no llegan a un acuerdo
diferente al respecto", ya que, a tenor del apartado 28 "[t]al
como defiende la
Abogado General en el punto 47 de sus conclusiones, esta
exclusión de la aplicación del régimen de la Directiva 93/13 se
justifica por el hecho de que, en los casos contemplados en los apartados 26 y
27 de la presente sentencia, es legítimo presumir que el legislador nacional ha
establecido un equilibrio entre el conjunto de derechos y obligaciones de las
partes en determinados contratos".
174. Pues bien, no es este el
caso de las "cláusulas suelo", ya que la normativa sectorial se
limita a imponer determinados deberes de información sobre la incorporación de
las cláusulas suelo en los contratos de préstamo hipotecario a que se refiere,
pero no impone la existencia de cláusulas suelo, ni en defecto de pacto supone
su existencia ni, finalmente, indica los términos en los que la cláusula viene
expresada en el contrato.
175. En este sentido, la STS 75/2011, de 2 de marzo, RC
33/2003, declara que la finalidad tuitiva que procura al consumidor la Orden de 5 de mayo de 1994
en el ámbito de las funciones específicas competencia del Banco de España, en
modo alguno supone la exclusión de la
Ley 7/98 a esta suerte de contratos de consumidores, como ley
general.
176. Así lo dispone el
artículo 2.2 de la propia OM, según el cual "lo establecido en la
presente Orden se entenderá con independencia de lo dispuesto en la Ley 26/1984, de 19 de julio,
General para la Defensa
de los Consumidores y Usuarios, así como en las demás Leyes que resulten de
aplicación". Sería, afirma la expresada STS 75/2011, de 2 de marzo, "una
paradoja que esa función protectora que se dispensa a los consumidores, quedara
limitada a una Orden Ministerial y se dejara sin aplicación la LCGC para aquellas condiciones
generales que no están reguladas por normas imperativas o que reguladas han
sido trasladadas de una forma indebida al consumidor".
177. En el ámbito nacional la Exposición de Motivos
de la LCGC
advierte que del ámbito objetivo de aplicación de la norma se excluyen ciertos
contratos, de tal forma que "[t]ampoco se extiende la Ley - 41 siguiendo el criterio
de la Directiva-
a aquellos contratos en los que las condiciones generales ya vengan determinadas
[...] por una disposición legal o administrativa de carácter general y de
aplicación obligatoria para los contratantes. Conforme al criterio del
considerando décimo de la
Directiva , todos estos supuestos de exclusión deben
entenderse referidos no sólo al ámbito de las condiciones generales, sino
también al de cláusulas abusivas regulados en la Ley 26/1984, que ahora se modifica", pero cuando no se
trata de contratos excluidos no dispone que determinadas condiciones dejan de
serlo por razón de su contenido.
2.2.
Conclusión.
178. Debe ratificarse lo razonado en el fundamento de derecho quinto de la
sentencia recurrida, en cuanto afirma que "[l]a existencia de una
regulación normativa bancaria tanto en cuanto a la organización de las
entidades de crédito como en cuanto a los contratos de préstamo hipotecario y
las normas de transparencia y protección de los consumidores, no es óbice para
que la LCGC sea
aplicable a los contratos de préstamo hipotecario objeto de esta litis".
DÉCIMO: EL CONTROL DE LAS
CONDICIONES SOBRE EL OBJETO PRINCIPAL DEL CONTRATO
1. Planteamiento de la
cuestión
179. Despejadas las dudas
sobre la naturaleza de las cláusulas referidas a la variación de los tipos de
interés -se trata de condiciones generales-, las codemandadas se opusieron al
control de su abusividad porque las mismas afectaban a un "elemento
esencial" del contrato de préstamo bancario.
180. La sentencia recurrida,
le dio la razón y afirmó en el fundamento de derecho quinto que se trataba de
uno de los elementos esenciales del contrato: "[...] se incorporan al
contrato, siendo el precio del mismo [...] estas cláusulas de limitación de
intereses son elementos configuradores del precio del producto contratado, estableciendo
el mínimo que el cliente habrá de pagar como intereses del préstamo, y el
máximo que abonará [...] estas cláusulas no son de carácter accesorio [...]
como uno de los factores de determinación del precio del contrato (junto con el
interés referencial y el interés diferencial), precisamente el que determina el
mínimo que habrá de pagar el prestatario, forman parte integrante de uno de los
elementos esenciales del mismo. Como tal es el elemento decisivo a la hora de
decantar su voluntad para contratar [...] lo que verdaderamente le interesa es
el objeto principal del contrato y la conveniencia de las condiciones
esenciales del mismo. [...] al constituir estos pactos de limitación de
intereses elementos conformadores de una de las condiciones esenciales del contrato,
nada menos que de la estipulación contractual más importante para el
prestatario que es el tipo de interés [...]".
181. Precisamente porque eran
un elemento esencial del contrato, la sentencia recurrida denegó que pudiesen
ser consideradas condiciones generales de la contratación, lo que hacía
innecesario examinar los límites al posible control de su abusividad.
182. Rechazado tal planteamiento,
es preciso decidir si la norma autoriza que los tribunales se inmiscuyan en el
examen de su contenido o, por el contrario, el principio de libertad
autonormativa que rige en nuestro sistema no tolera otro control que el que
deriva de la aplicación del artículo 1255 del Código Civil, según el cual "[l]os
contratantes pueden establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan
por conveniente, siempre que no sean contrarias a las leyes, a la moral, ni al
orden público"-, aplicable a todos los contratos con independencia de
que se trate de cláusulas impuestas y de que se inserten en contratos suscritos
por consumidores.
183. Para ello es preciso
analizar si las condiciones controvertidas constituyen el objeto principal del contrato;
si en tal caso, como regla, cabe controlar su carácter abusivo.
2. Valoración de la Sala
2.1.
El objeto principal del contrato.
184. El decimonoveno
considerando de la Directiva
93/13 indica que "[...] a los efectos de la presente Directiva, la
apreciación del carácter abusivo no debe referirse ni a cláusulas que describan
el objeto principal del contrato ni a la relación calidad/precio de la
mercancía o de la prestación; que en la apreciación del carácter abusivo de
otras cláusulas podrán tenerse en cuenta, no obstante, el objeto principal del
contrato y la relación calidad/precio; que de ello se desprende, entre otras
cosas, que en los casos de contratos de seguros las cláusulas que definen o
delimitan claramente el riesgo asegurado y el compromiso del asegurador no son objeto
de dicha apreciación, ya que dichas limitaciones se tienen en cuenta en el
cálculo de la prima abonada por el consumidor".
185. De forma coherente con
tal planteamiento, la expresada Directiva dispone en el artículo 4.2 que "[l]a
apreciación del carácter abusivo de las cláusulas no se referirá a la
definición del objeto principal del contrato ni a la adecuación entre precio y
retribución, por una parte, ni a los servicios o bienes que hayan de
proporcionarse como contrapartida, por otra, siempre que dichas cláusulas se
redacten de manera clara y comprensible".
186. No define la norma qué
debe entenderse por cláusulas "que describan el objeto principal" del
contrato o referidas "a la definición del objeto principal", ante lo
que la doctrina se halla dividida:
a) Un sector doctrinal
diferencia entre las cláusulas "principales" que son las que definen
directamente el "objeto principal" y las cláusulas
"accesorias" que no definirían el "objeto principal". Según
esta tesis la cláusula limitativa de la variación del tipo de interés realmente
no regularía el precio pactado, ya que nada más se aplicaría en el supuesto de
que se produjese la situación prevista como eventual.
b) Otro sector sostiene que
para enjuiciar si una cláusula se refiere a la definición del objeto principal,
hay que estar a la relación objetiva entre el objeto principal del contrato y
la cláusula. Según esta postura, todo lo que se refiera al "precio"
en un contrato oneroso, por muy improbable e irrelevante que sea o pueda ser en
la práctica, debe entenderse incluido en la excepción al control de abusividad
previsto en la Directiva.
c) Un tercer sector sostiene
que para decidir si una cláusula define el "objeto principal" debe
atenderse a la importancia que la misma tiene para el consumidor y su
incidencia en la decisión de comportamiento económico. De acuerdo con esta
posición las cláusulas referidas a situaciones hipotéticas que razonablemente se
perciben como algo muy improbable carecen de importancia y entran a formar
parte del "objeto principal" del contrato incluso si se refieren al
mismo.
187. Por su parte, el IC 2000
diferencia entre "[l]as cláusulas relativas al precio, en efecto, están
sometidas al control previsto en la Directiva ya que la exclusión se refiere
exclusivamente a la adecuación entre precio y retribución, por una parte, y los
servicios o los bienes que hayan de proporcionarse como contrapartida, por
otra. Las cláusulas por las que se estipulan el método de cálculo o las
modalidades de modificación del precio entran, por tanto, dentro del ámbito de
aplicación de la Directiva ".
188. En este contexto, la
literalidad de Directiva 93/13/CEE: las " cláusulas que describan el
objeto principal del contrato" y a "la definición del objeto
principal del contrato ", sin distinguir entre "elementos esenciales"
y "no esenciales" del tipo de contrato en abstracto -en el préstamo
no es esencial el precio ni siquiera en el préstamo mercantil, a tenor de los
artículos 1755 CC y 315 del CCom)-, sino a si son "descriptivas" o
"definidoras" del objeto principal del contrato concreto en el que se
incluyen o, por el contrario, afectan al "método de cálculo" o
"modalidades de modificación del precio".
189.
En el caso sometido a nuestra decisión, las cláusulas suelo forman parte
inescindible del precio que debe pagar el prestatario. Definen el objeto
principal del contrato.
190. En consecuencia, debe
confirmarse en este extremo la sentencia recurrida: las cláusulas suelo se refieren al objeto principal del contrato y
cumplen una función definitoria o descriptiva esencial.
2.2.
El limitado control de las cláusulas relativas al objeto principal del contrato
191. Sin embargo, el hecho de
que una cláusula sea definitoria del objeto principal no elimina totalmente la
posibilidad de controlar si su contenido es abusivo.
192. Es cierto que, como
regla, no es susceptible de control, ya que el considerando decimonoveno de la Directiva 93/13 indica
que "[...] la apreciación del carácter abusivo no debe referirse ni a
cláusulas que describan el objeto principal del contrato ni a la relación
calidad/precio de la mercancía o de la prestación", y el artículo 4.2
que "[L]a apreciación del carácter abusivo de las cláusulas no se
referirá a la definición del objeto principal del contrato ni a la adecuación
entre precio y retribución, por una parte, ni a los servicios o bienes que
hayan de proporcionarse como contrapartida [...]".
193. Pero, como sostiene la STJUE de 3 de junio de 2010,
Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, C-484/08, apartado 40 "[...]no
se puede impedir a los Estados miembros que mantengan o adopten, en todo el
ámbito regulado por la
Directiva , incluido el artículo 4, apartado 2, de ésta,
normas más estrictas que las establecidas por la propia Directiva, siempre que
pretendan garantizar al consumidor un mayor nivel de protección", y,
según el apartado 44, los artículos 4, apartado 2, y 8 de la Directiva deben
interpretarse en el sentido de que "[...] no se oponen a una normativa
nacional [...], que autoriza un control jurisdiccional del carácter abusivo de
las cláusulas contractuales que se refieren a la definición del objeto
principal del contrato o a la adecuación entre, por una parte, precio y
retribución y, por otra, los servicios o bienes que 43 hayan de
proporcionarse como contrapartida, aunque estas cláusulas estén redactadas de
manera clara y comprensible".
194. Esta posibilidad de que
la normativa nacional autorice el control de las cláusulas que definen el objeto
principal del contrato se reitera en el apartado 49 de la expresada STJUE de 3
de junio de 2010, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, según el cual "los
artículos 2 CE, 3 CE, apartado 1, letra g), y 4 CE, apartado 1, no se oponen a
una interpretación de los artículos 4, apartado 2, y 8 de la Directiva según la cual
los Estados miembros pueden adoptar una normativa nacional que autorice un
control jurisdiccional del carácter abusivo de las cláusulas contractuales que
se refieren a la definición del objeto principal del contrato o a la adecuación
entre, por una parte, precio y retribución y, por otra, los servicios o bienes
que hayan de proporcionarse como contrapartida, aunque estas cláusulas estén
redactadas de manera clara y comprensible", y, de hecho, la Directiva 2011/83/UE del
Parlamento Europeo y del Consejo, de 25 de octubre de 2011, sobre los derechos
de los consumidores, modificó la
Directiva 93/13/CEE añadiendo el artículo 8 bis a fin de que
los Estados miembros informen a la
Comisión si adopta disposiciones que "[...]hacen
extensiva la evaluación del carácter abusivo a las cláusulas contractuales
negociadas individualmente o a la adecuación del precio o de la
remuneración".
195. En aplicación de tal
doctrina esta Sala en las SSTS 401/2010, de 1 de julio, RC 1762/2006; 663/2010,
de 4 de noviembre, RC 982/2007; y 861/2010, de 29 de diciembre, RC 1074/2007,
apuntaron, más o menos obiter dicta [dicho de paso] la posibilidad de
control de contenido de condiciones generales cláusulas referidas al objeto
principal del contrato. Esta posibilidad, sin embargo, fue cegada en la
sentencia 406/2012, de 18 de junio, RC 46/2010, que entendió que el control de
contenido que puede llevarse a cabo en orden al posible carácter abusivo de la
cláusula, no se extiende al del equilibrio de las
"contraprestaciones" -que identifica con el objeto principal del
contrato- a las que se refería la
LCU en el artículo 10.1.c en su redacción originaria, de tal
forma que no cabe un control de precio.
2.3.
Conclusiones.
196. De lo expuesto cabe
concluir:
a)
Que las cláusulas suelo examinadas constituyen cláusulas que describen y
definen el objeto principal del contrato.
b)
Que, sin perjuicio de lo que se dirá, como regla no cabe el control de su
equilibrio.
197.
Sin embargo, que una condición general defina el objeto principal de un
contrato y que, como regla, no pueda examinarse la abusividad de su contenido,
no supone que el sistema no las someta al doble control de transparencia que
seguidamente se expone.
DECIMOPRIMERO: EL CONTROL DE
INCLUSIÓN DE LAS CONDICIONES GENERALES
1. Planteamiento de la cuestión
198. Como ha quedado expuesto,
la sentencia recurrida, al analizar la "imposición" de las cláusulas cuestionadas,
señala que la OM
de 5 de mayo de 1994 regula el proceso de constitución de las hipotecas en
garantía de préstamos hipotecarios a los consumidores que, en lo que aquí
interesa y de forma sintética, comienza por la entrega al solicitante de un
folleto informativo, sigue con una oferta vinculante que incluya las
condiciones financieras (entre ellas, en su caso, tipo de interés variable y
limites a la variación del tipo de interés), posible examen de la escritura
pública por el prestatario durante los tres días anteriores al otorgamiento y,
por último, se formaliza el préstamo en escritura pública, estando obligado el
notario a informar a las partes y a advertir sobre las circunstancias del
interés variable, y especialmente si las limitaciones a la variación del tipo
de interés no son semejantes al alza y a la baja.
199. Partiendo de que en la
vida real se cumplen estrictamente las previsiones de la norma, la sentencia recurrida
afirma que "esta minuciosa regulación legal del recorrido preparatorio
del contrato garantiza la transparencia, la información, la libre formación de
la voluntad del prestatario, y si tras ello expresa su voluntad de aceptar y
obligarse, ha de concluirse que lo hace libremente, con total conocimiento del
contenido del pacto de limitación de la variabilidad de intereses [...] el cual
[...] ha de expresarse de modo que resulte claro, concreto y comprensible por
el prestatario, y conforme a Derecho".
200. En consecuencia, la
primera cuestión a dilucidar es si la información que se facilita, y en los
términos en los que se facilita, cubre las exigencias positivas de oportunidad
real de su conocimiento por el adherente al tiempo de la celebración del
contrato, y las negativas de no ser ilegibles, ambiguas, oscuras e
incomprensibles.
2. Valoración de la Sala
2.1.
La transparencia a efectos de incorporación al contrato.
201. En el Derecho nacional,
tanto si el contrato se suscribe entre empresarios y profesionales como si se
celebra con consumidores, las condiciones generales pueden ser objeto de
control por la vía de su incorporación a tenor de lo dispuesto en los artículos
5.5 LCGC -"[l]a redacción de las cláusulas generales deberá ajustarse a
los criterios de transparencia, claridad, concreción y sencillez" -, 7
LCGC -"[n]o quedarán incorporadas al contrato las siguientes
condiciones generales: a) Las que el adherente no haya tenido oportunidad real
de conocer de manera completa al tiempo de la celebración del contrato [...];
b) Las que sean ilegibles, ambiguas, oscuras e incomprensibles [...]"-.
2.2.
Conclusiones.
202.
Coincidimos con la sentencia recurrida en que la detallada regulación del
proceso de concesión de préstamos hipotecarios a los consumidores contenida en la OM de 5 de mayo de 1994,
garantiza razonablemente la observancia de los requisitos exigidos por la LCGC para la incorporación de
las cláusulas de determinación de los intereses y sus oscilaciones en función
de las variaciones del Euribor.
203.
Las condiciones generales sobre tipos de interés variable impugnadas,
examinadas de forma aislada, cumplen las exigencias legales para su
incorporación a los contratos, tanto si se suscriben entre empresarios y
profesionales como si se suscriben entre estos y consumidores-, a tenor del
artículo 7 LCGC.
DECIMOSEGUNDO: EL CONTROL DE
TRANSPARENCIA DE CONDICIONES INCORPORADAS A CONTRATOS CON CONSUMIDORES
1. Planteamiento de la
cuestión
204. Admitido que las
condiciones superen el filtro de inclusión en el contrato, es preciso examinar
si además superan el control de transparencia cuando están incorporados a
contratos con consumidores.
2. Valoración de la Sala
2.1.
El control de transparencia.
205. El vigésimo considerando
de la Directiva
93/13 en el indica que " [...] los contratos deben redactarse en
términos claros y comprensibles, que el consumidor debe contar con la
posibilidad real de tener conocimiento de todas las cláusulas [...]", y
el artículo 5 dispone que "[e]n los casos de contratos en que todas las
cláusulas propuestas al consumidor o algunas de ellas consten por escrito,
estas cláusulas deberán estar redactadas siempre de forma clara y
comprensible".
206. El artículo. 4.2 de la Directiva 93/13/CEE dispone
que "[l]a apreciación del carácter abusivo de las cláusulas no se referirá
a la definición del objeto principal del contrato [...] siempre que dichas
cláusulas se redacten de manera clara y comprensible".
207. La interpretación a
contrario sensu de la norma transcrita es determinante de que las cláusulas
referidas a la definición del objeto principal del contrato se sometan a
control de abusividad si no están redactadas de manera clara y comprensible.
208. En este sentido apunta el
IC 2000, según el cual "[...] el principio de transparencia puede
aparecer como un medio para controlar la inserción de condiciones contractuales
en el momento de la conclusión del contrato (si se analiza en función del
considerando n° 20) o el contenido de las condiciones contractuales (si se lee
en función del criterio general establecido en el artículo 3)".
2.2.
El doble filtro de transparencia en contratos con consumidores.
209. Como hemos indicado, las
condiciones generales impugnadas, examinadas de forma aislada, cumplen las
exigencias de transparencia requeridas por el artículo 7 LCGC para su
incorporación a los contratos.
210. Ahora bien, el artículo
80.1 TRLCU dispone que "[e]n los contratos con consumidores y usuarios que
utilicen cláusulas no negociadas individualmente [...], aquéllas deberán
cumplir los siguientes requisitos: a) Concreción, claridad y sencillez en la
redacción, con posibilidad de comprensión directa [...]-;b) Accesibilidad y legibilidad,
de forma que permita al consumidor y usuario el conocimiento previo a la
celebración del contrato sobre su existencia y contenid o". Lo que
permite concluir que, además del filtro de incorporación, conforme a la Directiva 93/13/CEE y a
lo declarado por esta Sala en la
Sentencia 406/2012, de 18 de junio, el control de transparencia,
como parámetro abstracto de validez de la cláusula predispuesta, esto es, fuera
del ámbito de 45 interpretación general del Código Civil del "error propio" o
"error vicio", cuando se proyecta sobre los elementos esenciales del
contrato tiene por objeto que el adherente conozca o pueda conocer con
sencillez tanto la "carga económica" que realmente supone para él el
contrato celebrado, esto es, la onerosidad o sacrificio patrimonial realizada a
cambio de la prestación económica que se quiere obtener, como la carga jurídica
del mismo, es decir, la definición clara de su posición jurídica tanto en los
presupuestos o elementos típicos que configuran el contrato celebrado, como en
la asignación o distribución de los riesgos de la ejecución o desarrollo del
mismo".
211. En este segundo examen,
la transparencia documental de la cláusula, suficiente a efectos de incorporación
a un contrato suscrito entre profesionales y empresarios, es insuficiente para
impedir el examen de su contenido y, en concreto, para impedir que se analice
si se trata de condiciones abusivas. Es preciso que la información suministrada
permita al consumidor percibir que se trata de una cláusula que define el objeto
principal del contrato, que incide o puede incidir en el contenido de su
obligación de pago y tener un conocimiento real y razonablemente completo de
cómo juega o puede jugar en la economía del contrato.
212. No pueden estar
enmascaradas entre informaciones abrumadoramente exhaustivas que, en definitiva,
dificultan su identificación y proyectan sombras sobre lo que considerado
aisladamente sería claro.
Máxime en aquellos casos en
los que los matices que introducen en el objeto percibido por el consumidor como
principal puede verse alterado de forma relevante.
213. En definitiva, como afirma
el IC 2000, "[e]l principio de transparencia debe garantizar asimismo
que el consumidor está en condiciones de obtener, antes de la conclusión del
contrato, la información necesaria para poder tomar su decisión con pleno
conocimiento de causa".
214. En este sentido la STJUE de 21 de marzo de 2013,
RWE Vertrieb AG, ya citada, apartado 49, con referencia a una cláusula que
permitía al profesional modificar unilateralmente el coste del servicio
contratado, destacaba que el contrato debía exponerse de manera transparente "[...]
de forma que el consumidor pueda prever, sobre la base de criterios claros y
comprensibles, las eventuales modificaciones del coste [...]".
2.3.
Conclusiones.
215. Sentado lo anterior cabe
concluir:
a)
Que el cumplimiento de los requisitos de transparencia de la cláusula
aisladamente considerada, exigidos por la LCGC para la incorporación a los contratos de
condiciones generales, es insuficiente para eludir el control de abusividad de
una cláusula no negociada individualmente, aunque describa o se refiera a la
definición del objeto principal del contrato, si no es transparente.
b)
Que la transparencia de las cláusulas no negociadas, en contratos suscritos con
consumidores, incluye el control de comprensibilidad real de su importancia en
el desarrollo razonable del contrato.
DECIMOTERCERO: LA INSUFICIENCIA DE
INFORMACIÓN EN LAS CLÁUSULAS SUELO
1. Planteamiento de la
cuestión
216. Admitido que la
transparencia de las condiciones examinadas superan el filtro de inclusión en
el contrato, es necesario examinar si el contexto en el que se enmarcan permite
conocer su trascendencia en el desarrollo del contrato
2. Valoración de la Sala
2.1.
Falta de información en las cláusulas suelo/techo.
217. Las cláusulas examinadas,
pese a incluirse en contratos ofertados como préstamos a interés variable, de
hecho, de forma razonablemente previsible para el empresario y sorprendente
para el consumidor, les convierte en préstamos a interés mínimo fijo del que
difícilmente se benefician de las bajadas del tipo de referencia.
218. La oferta como interés
variable, no completada con una información adecuada, incluso cuando su
ubicación permite percatarse de su importancia, se revela así engañosa y apta
para desplazar el foco de atención del consumidor sobre elementos secundarios
que dificultan la comparación de ofertas. El diferencial del tipo de
referencia, que en la vida real del contrato con cláusula suelo previsiblemente
carecerá de transcendencia, es susceptible de influir de forma relevante en el
comportamiento económico del consumidor.
219. Máxime en aquellos
supuestos en los que se desvía la atención del consumidor y se obstaculiza el análisis
del impacto de la cláusula suelo en el contrato mediante la oferta conjunta, a
modo de contraprestación, de las cláusulas suelo y de las cláusulas techo o
tipo máximo de interés, que pueden servir de señuelo.
220. Además, el referido IBE,
en su apartado
3.2 - Causas del uso de las
acotaciones a la variación"- expone las dos razones alegadas por las
entidades entrevistadas para justificar la aplicación de las cláusulas con
acotaciones, sus umbrales o su activación de tipos. Indica que "[l]as
entidades entrevistadas han sugerido, como motivos que justifican el papel
secundario de estas acotaciones en la competencia dentro de esta área de
negocio: [1] el principal interés de los prestatarios en el momento de
contratar un préstamo hipotecario se centra en la cuota inicial a pagar, y por
ello, como estas cláusulas se calculaban para que no implicasen cambios
significativos en dichas cuotas, no llegaban a afectar de manera directa a las
preocupaciones inmediatas de los prestatarios [...]".
221. Dicho de otra forma, pese
a tratarse, según se ha razonado, de una cláusula definitoria del objeto
principal del contrato, las propias entidades les dan un tratamiento
impropiamente secundario, habida cuenta de que las cláusulas "no
llegaban a afectar de manera directa a las preocupaciones inmediatas de los prestatarios
", lo que incide en falta de claridad de la cláusula, al no ser percibida
por el consumidor como relevante al objeto principal del contrato.
222. De hecho, el IBE propone,
como una de las medidas para superar la polémica desatada sobre su aplicación,
la ampliación de los contenidos que deban ser objeto de información previa a la
clientela, para que incorporen simulaciones de escenarios diversos, en relación
al comportamiento del tipo de interés, así como información previa sobre el
coste comparativo de asegurar la variación del tipo de interés en relación con
la evolución posible del índice para el periodo al que pudiera contratarse la
cobertura y la promoción de prácticas de concesión y cobertura de créditos en
los que la evaluación del riesgo de crédito de la operación tenga en cuenta los
posibles escenarios de variación de los tipos y la mayor incertidumbre que
tiene la operación-.
2.2.
Conclusiones.
223. Lo expuesto lleva a
concluir que las cláusulas analizadas superan el control de transparencia a efectos
de su inclusión como condición general en los contratos, pero no el de claridad
exigible en las cláusulas -generales o particulares- de los suscritos con
consumidores.
224. Lo elevado del suelo
hacía previsible para el prestamista que las oscilaciones a la baja del índice de
referencia no repercutirían de forma sensible en el coste del préstamo
-recordemos que el BE indica que " estas cláusulas se calculaban para
que no implicasen cambios significativos en dichas cuotas" -, de forma
que el contrato de préstamo, teóricamente a interés variable, se convierte en
préstamo a interés fijo variable exclusivamente al alza.
225.
En definitiva, las cláusulas analizadas, no son transparentes ya que:
a)
Falta información suficientemente clara de que se trata de un elemento
definitorio del objeto principal del contrato.
b) Se
insertan de forma conjunta con las cláusulas techo y como aparente
contraprestación de las mismas.
c) No
existen simulaciones de escenarios diversos relacionados con el comportamiento
razonablemente previsible del tipo de interés en el momento de contratar.
d) No
hay información previa clara y comprensible sobre el coste comparativo con
otras modalidades de préstamo de la propia entidad -caso de existir- o
advertencia de que al concreto perfil de cliente no se le ofertan las mismas.
e) En
el caso de las utilizadas por el BBVA, se ubican entre una abrumadora cantidad
de datos entre los que quedan enmascaradas y que diluyen la atención del
consumidor.
DECIMOCUARTO: ELEMENTOS PARA
VALORAR EL CARÁCTER ABUSIVO DE LAS CLÁUSULAS
1. Planteamiento de la
cuestión
226. Aunque por las razones
expuestas la sentencia recurrida no consideró necesario examinar si las cláusulas
tenían carácter abusivo, afirmó la imposibilidad de desequilibrio porque la
norma no se refiere al de las contraprestaciones económicas, sino a la falta de
reciprocidad obligacional.
227. Partiendo de tal premisa
sostiene que la declaración de desequilibrio abusivo nada más puede afirmarse
de contratos generadores de obligaciones bilaterales, no del préstamo, ya que
se trata de un contrato real y unilateral en el que el pacto de intereses no se
corresponde con ninguna contraprestación "recíproca" de la
prestamista, sin que puedan contraponerse los límites máximo y mínimo como si
de dos contraprestaciones contractuales reciprocas se tratase.
228. En consecuencia, es
preciso examinar si las cláusulas en las que cristalizan las condiciones generales
reúnen los requisitos exigidos para ser declaradas abusivas.
2. Valoración de la Sala.
2.1
Requisitos de las cláusulas abusivas.
229. Que una cláusula sea
clara y comprensible en los términos expuestos no supone que sea equilibrada y
que beneficie al consumidor. Lo que supone es que si se refiere a cláusulas que
describen o definen el objeto principal del contrato en los términos expuestos
no cabe control de abusividad -este control sí es posible en el caso de
cláusulas claras y comprensibles que no se refieren al objeto principal del
contrato-.
De forma correlativa, la falta
de transparencia no supone necesariamente que sean desequilibradas y que el desequilibrio
sea importante en perjuicio del consumidor.
230. Sin perjuicio de otros
mecanismos que no vienen al caso, para que proceda expulsarlas del mercado por
la vía de la legislación de condiciones generales de la contratación, la LCGC requiere que sean perjudiciales
para el adherente y contrarias a la propia Ley o en cualquier otra norma
imperativa o prohibitiva.
Así lo dispone el artículo 8.1
LCGC a cuyo tenor "[s]erán nulas de pleno derecho las condiciones
generales que contradigan en perjuicio del adherente lo dispuesto en esta Ley o
en cualquier otra norma imperativa o prohibitiva, salvo que en ellas se
establezca un efecto distinto para el caso de contravención.
231. Tratándose de condiciones
generales en contratos con consumidores, el artículo 8.2 LCGC remite a la legislación
especial: "[e]n particular, serán nulas las condiciones generales que
sean abusivas, cuando el contrato se haya celebrado con un consumidor,
entendiendo por tales en todo caso las definidas en el artículo 10 bis y
disposición adicional primera de la
Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los
Consumidores y Usuario".
232. El artículo 3.1 de la Directiva 93/ 13 dispone
que "[l]as cláusulas contractuales que no se hayan negociado
individualmente se considerarán abusivas si, pese a las exigencias de la buena
fe, causan en detrimento del consumidor un desequilibrio importante entre los
derechos y obligaciones de las partes que se derivan del contrato". A
su vez el artículo 82.1 TRLCU dispone que "[s]e considerarán cláusulas
abusivas todas aquellas estipulaciones no negociadas individualmente y todas
aquéllas prácticas no consentidas expresamente que, en contra de las exigencias
de la buena fe causen, en perjuicio del consumidor y usuario, un desequilibrio
importante de los derechos y obligaciones de las partes que se deriven del
contrato".
233.
El análisis de las normas transcritas permite concluir que constituyen
requisitos para considerar abusivas las cláusulas no negociadas los siguientes:
a)
Que se trate de condiciones generales predispuestas y destinadas a ser
impuestas en pluralidad de contratos, sin negociarse de forma individualizada.
b)
Que en contra de exigencias de la buena fe causen un desequilibrio importante
en los derechos y obligaciones derivados del contrato.
c)
Que el desequilibrio perjudique al consumidor -en este extremo, en contra de lo
que insinúa el Ministerio Fiscal, es preciso rechazar la posible abusividad de
cláusulas perjudiciales para el profesional o empresario-.
234. Antes de examinar si las
cláusulas son contrarias a la buena fe y si causan desequilibrio importante en
perjuicio del consumidor son necesarias algunas precisiones, habida cuenta de
que nuestra decisión responde a un control de abusividad abstracto, aunque tome
como punto de referencia las concretas cláusulas utilizadas por las demandadas
en los documentos transcritos con detalle en su parte bastante en el
antecedente de hecho primero de esta sentencia.
2.2.
El momento y las circunstancias a tener en cuenta.
235. Como regla el
enjuiciamiento del carácter eventualmente abusivo de una cláusula debe
referirse al momento en el que se suscribe el contrato y teniendo en cuenta
todas las circunstancias que concurren en su celebración y las demás cláusulas
del mismo, de conformidad con lo que dispone el art. 4.1 de la Directiva 93/13 [...] el
carácter abusivo de una cláusula contractual se apreciará [...] considerando,
en el momento de la celebración del mismo, todas las circunstancias que
concurran en su celebración, así como todas las demás cláusulas del contrato, o
de otro contrato del que dependa" (en este sentido SSTJUE antes
citadas Pannon GSM, apartado 39, y VB Pénzügyi Lízing, apartado 42, Banif Plus
Bank, apartado 40 y Aziz, apartado 71) 48 236. También el artículo 82.3 TRLCU dispone que "[e]l
carácter abusivo de una cláusula se apreciará [...] considerando todas las
circunstancias concurrentes en el momento de su celebración, así como todas las
demás cláusulas del contrato o de otro del que éste dependa".
237. Consecuentemente, para
decidir sobre el carácter abusivo de una determinada cláusula impuesta en un
concreto contrato, el juez debe tener en cuenta todas las circunstancias
concurrentes en la fecha en la que el contrato se suscribió, incluyendo, claro
está, la evolución previsible de las circunstancias si estas fueron tenidas en
cuenta o hubieran debido serlo con los datos al alcance de un empresario
diligente, cuando menos a corto o medio plazo. También deberá valorar todas las
circunstancias que concurran en su celebración, así como todas las demás
cláusulas del contrato, o de otro contrato del que dependa.
238. Estas reglas deben
matizarse en el caso de acciones colectivas de cesación en las que es preciso ceñir
el examen de abusividad de la cláusula o cláusulas impugnadas en el momento de
la litispendencia o en el momento posterior en que la cuestión se plantee en el
litigio dando oportunidad de alegar a las partes, y sin que puedan valorarse
las infinitas circunstancias y contextos a tener en cuenta en el caso de
impugnación por un concreto consumidor adherente.
239. Tampoco incide en nuestra
valoración el hecho de que, en ocasiones, el consumidor se subrogue en la
posición que antes ocupaba un profesional, ni el hecho de que no sea aplicable
en todos los supuestos la OM
de 1994.
2.3.
El desequilibrio en función de los bienes y servicios.
240. Para juzgar sobre el
equilibrio de las condiciones incorporadas a contratos con consumidores hay que
atender a la naturaleza de los bienes o servicios objeto de las cláusulas
contractuales.
241. Así lo impone el
considerando decimoctavo de la
Directiva 93/13 según el cual "[l]a naturaleza de los
bienes o servicios debe influir en la apreciación del carácter abusivo de las
cláusulas contractuales", y el tenor del art. 4.1 "[s]in
perjuicio del artículo 7, el carácter abusivo de una cláusula contractual se
apreciará teniendo en cuenta la naturaleza de los bienes o servicios que sean
objeto del contrato [...]".
242. También el artículo 82.3
TRLCU dispone que "[e]l carácter abusivo de una cláusula se apreciará teniendo
en cuenta la naturaleza de los bienes o servicios objeto del contrato [...].
2.4.
El desequilibrio en las obligaciones no recíprocas.
243. Una última precisión
antes de abordar el examen de si las cláusulas suelo impugnadas son abusivas.
No existe en el Derecho de la
Unión , ni en el Derecho nacional norma alguna que refiera el desequilibrio
entre los derechos y obligaciones exclusivamente a los contratos bilaterales
con obligaciones recíprocas - aquellas en los que los sujetos son a la vez
acreedores y deudores entre sí, de tal forma que la prestación de cada una de
las partes constituye para la otra la causa de la propia, de tal forma que funcionan
como contravalor o contraprestación-, y menos aun para limitar su aplicación a
aquellos en los que la reciprocidad se proyecta en la ejecución del contrato.
244. Lo expuesto nos releva de
entrar en el examen de la espinosa cuestión sobre la subsistencia de la
categoría romana de los contratos reales, en los que, como excepción a la regla
general contenida en el artículo 1261 CC, la datio rei (entrega de la
cosa) opera como elemento del contrato, si bien no estará de más significar
que, pese a que en algunas decisiones de esta Sala se ha mantenido su
naturaleza real y unilateral - en este sentido se pronuncia de forma
contundente la STS
495/2001, de 22 de mayo, RC 677/1996, al afirmar que "[e]l contrato de
préstamo o mutuo con o sin intereses es un contrato real, en cuanto sus efectos
propios no surgen hasta que se realiza la entrega de la cosa [...] Además, es
un contrato unilateral en cuanto sólo produce obligaciones para una de las
partes, el mutuario o prestatario" -, otras afirman su posible
carácter bilateral -la STS
1074/2007, de 10 de octubre, RC 4386/2000 precisa que "[...] no es lo
mismo al contrato bilateral de préstamo y la constitución unilateral del
derecho real de hipoteca [...]".
245. En definitiva, la
finalidad de la normativa de consumo y la generalidad de sus términos imponen entender
que el equilibrio de derechos y obligaciones es el que deriva del conjunto de
derechos y obligaciones, con independencia de que el empresario haya cumplido o
no la totalidad de las prestaciones. El desequilibrio puede manifestarse en la
propia oferta desequilibrada, en la fase genética o en la ejecución del contrato,
o en ambos momentos. Más aún, las SSTS 663/2010, de 4 de noviembre, RC 982/2007;
y 861/2010, de 29 de diciembre, RC 1074/2007, mantuvieron la posibilidad de
cláusulas abusivas precisamente en contratos de préstamo.
2.4.
Conclusiones.
246.
De lo expuesto cabe concluir que el control abstracto del carácter abusivo de
una condición general predispuesta para ser impuesta en contratos con
consumidores:
a)
Debe referirse al momento de la litispendencia o a aquel posterior en el que la
cuestión se plantee dando oportunidad de alegar a las partes.
b) No
permite valorar de forma específica las infinitas circunstancias y contextos a
tener en cuenta en el caso de impugnación por un concreto consumidor adherente.
c) No
impide el control del carácter abusivo de las cláusulas, el hecho de que se
inserten en contratos en los que el empresario o profesional no tenga pendiente
el cumplimiento de ninguna obligación.
d)
Las cláusulas contenidas en los contratos de préstamo están sometidas a control
de su carácter eventualmente abusivo.
DECIMOQUINTO: LA BUENA FE Y EL EQUILIBRIO
EN LAS CLÁUSULAS NO NEGOCIADAS
1. Planteamiento de la
cuestión
247. En el anterior fundamento
hemos enumerado los requisitos precisos para que las cláusulas incorporadas a
contratos suscritos con consumidores y usuarios sean calificadas como abusivas.
248. Ya hemos razonado que las
condiciones generales impugnadas han sido predispuestas para ser incorporadas a
pluralidad de contratos y hemos precisado algunos extremos que enmarcan nuestra
decisión.
249. Resta analizar si las
cláusulas examinadas, cuando incumplan el deber de transparencia en los términos
indicados, deben ser consideradas abusivas por causar desequilibrio en
perjuicio del consumidor, extremo este que no examinó la sentencia recurrida,
al rechazar el control del carácter abusivo de las cláusulas de estabilización
de tipos de interés.
250. En efecto, que una
cláusula sea clara y comprensible en los términos expuestos no supone que sea
equilibrada y que beneficie al consumidor. Lo que supone es que si se refiere a
cláusulas que describan o definen el objeto principal del contrato en los
términos expuestos no cabe control de abusividad -este control sí es posible en
el caso de cláusulas claras y comprensibles que no se refieren al objeto principal
del contrato-.
De forma correlativa, la falta
de transparencia no supone necesariamente que sean desequilibradas.
2. Valoración de la Sala.
2.1.
El desequilibrio contrario a las exigencias de la buena fe.
251. El artículo 3 de la Directiva delimita tan
sólo de manera abstracta los elementos que confieren carácter abusivo a una
cláusula contractual que no ha sido negociada individualmente (SSTJUE de 7 de
mayo de 2002, Comisión/Suecia apartado 17, C-478/99, Freiburger Kommunalbauten,
C-237/02, apartado 19, y las ya citadas Pannon GSM apartado 37, VB Pénzügyi
Lízing, apartado 42 y Aziz apartados 67).
252. Tampoco la norma española
contiene especiales precisiones de que qué debe entenderse por desequilibrio
importante contrario a la buena fe, por lo que, atendida la finalidad de las
condiciones generales -su incorporación a pluralidad contratos con
consumidores- y de su control abstracto, no es posible limitarla a la esfera
subjetiva.
253. Antes bien, es necesario
proyectarla sobre el comportamiento que el consumidor medio puede esperar de
quien lealmente compite en el mercado y que las condiciones que impone son
aceptables en un mercado libre y abastecido. Máxime tratándose de préstamos
hipotecarios en los que es notorio que el consumidor confía en la apariencia de
neutralidad de las concretas personas de las que se vale el empresario (personal
de la sucursal) para ofertar el producto.
254. En este sentido apunta la
ya citada STJUE de 14 de marzo de 2013, Aziz, que, al tratar el desequilibrio
contrario a la buena fe, en el apartado 68 afirma que "[...] tal como la Abogado General
indicó en el punto 71 de sus conclusiones, para determinar si una cláusula
causa en detrimento del consumidor un «desequilibrio importante» entre los
derechos y las obligaciones de las partes que se derivan del contrato, deben
tenerse en cuenta, en particular, las normas aplicables en Derecho nacional
cuando no exista un acuerdo de las partes en ese sentido [...], y en el
apartado 69 que "[e]n lo que se refiere a la cuestión de en qué
circunstancias se causa ese desequilibrio «pese a las exigencias de la buena
fe», debe señalarse que, en atención al decimosexto considerando de la Directiva y tal como
indicó en esencia la
Abogado General en el punto 74 de sus conclusiones, el juez
nacional debe comprobar a tal efecto si el profesional podía estimar 50 razonablemente que,
tratando de manera leal y equitativa con el consumidor, éste aceptaría una
cláusula de ese tipo en el marco de una negociación individual".
2.2.
La licitud de las cláusulas suelo.
255. Antes de entrar en el
examen del carácter abusivo de las cláusulas impugnadas, conviene rechazar la
pretensión de las recurrentes a fin de evitar equívocos.
256. Las cláusulas suelo son
lícitas siempre que su transparencia permita al consumidor identificar la cláusula
como definidora del objeto principal del contrato y conocer el real reparto de
riesgos de la variabilidad de los tipos. Es necesario que esté perfectamente
informado del comportamiento previsible del índice de referencia cuando menos a
corto plazo, de tal forma que cuando el suelo estipulado lo haga previsible,
esté informado de que lo estipulado es un préstamo a interés fijo mínimo, en el
que las variaciones del tipo de referencia a la baja probablemente no
repercutirán o lo harán de forma imperceptible en su beneficio.
257. No es preciso que exista
equilibrio "económico" o equidistancia entre el tipo inicial fijado y
los topes señalados como suelo y techo -máxime cuando el recorrido al alza no
tiene límite-.
258. Más aun, son lícitas
incluso las cláusulas suelo que no coexisten con cláusulas techo y, de hecho, la
oferta de cláusulas suelo y techo cuando se hace en un mismo apartado del
contrato, constituye un factor de distorsión de la información que se facilita
al consumidor, ya que el techo opera aparentemente como contraprestación o
factor de equilibrio del suelo.
259. En definitiva,
corresponde a la iniciativa empresarial fijar el interés al que presta el
dinero y diseñar la oferta comercial dentro de los límites fijados por el
legislador, pero también le corresponde comunicar de forma clara, comprensible
y destacada la oferta. Sin diluir su relevancia mediante la ubicación en
cláusulas con profusión de datos no siempre fáciles de entender para quien
carece de conocimientos especializados - lo que propicia la idea de que son
irrelevantes y provocan la pérdida de atención-. Sin perjuicio, claro está, de complementarla
con aquellos que permitan el control de su ejecución cuando sea preciso.
260. Más aún, para justificar
su pretensión AUSBANC alude a la proposición de Ley 122/000276 sobre modificación
del TRLCU publicadas en el Boletín del Congreso de 18 de marzo de 2011, por la
que se pretendía añadir al artículo 87 TRLCU un nuevo epígrafe y que no fue
tramitada al disolverse las Cortes Generales.
261. Pues bien, como pone de
relieve una de las recurridas, AUSBANC ha ocultado que esta proposición coincide
con la enmienda 1 al Proyecto de Ley de Contratos de Crédito al Consumo,
presentada por el Grupo Parlamentario Ezquerra Republicana-Izquierda
Unida-Iniciativa per Catalunya Verds, publicada en el Boletín del Congreso de
16 de marzo de 2011, y con la enmienda 3 formulada por el Grupo Parlamentario
Entesa Catalana de Progrés publicada en el Boletín del Senado de 9 de mayo de
2011 y que:
a) Las expresadas proposición
y enmiendas parten de que las cláusulas suelo son lícitas, sin perjuicio de la
conveniencia de que el legislador fije ciertos topes.
b) Las enmiendas en el
Congreso fueron rechazadas por la
Comisión según consta en el Diario de sesiones de 12 de abril
de 2011 por votación que arrojó el siguiente resultado: 2 votos a favor, 22 en
contra y una abstención.
c) Las formuladas en el Senado
fueron rechazadas el 8 de junio de 2011 en votación con los siguientes resultados:
13 votos a favor, 230 en contra y 1 abstención.
262. Finalmente, desde la
perspectiva de la utilidad práctica de la existencia de tales cláusulas para el
consumidor, el apartado 4 del IBE indica que "[s]u eventual supresión
podría conllevar o bien el descenso del volumen de crédito hipotecario
disponible, o bien el aumento del coste del crédito y la reducción del plazo de
las operaciones.
2.2.
El desequilibrio abstracto en el reparto de riesgos.
263. Partiendo de lo expuesto,
teniendo en cuenta la naturaleza de los contratos en los que se imponen las
cláusulas impugnadas -contratos de préstamos hipotecarios a interés variable-,
para valorar el equilibrio de las cláusulas suelo carentes de claridad, debe
atenderse al real reparto de riesgos de la variabilidad de los tipos en
abstracto. Prescindiendo de los casos concretos en los que, como apunta el IBE "[...]
depende de las expectativas que existan sobre la evolución y volatilidad del
correspondiente índice, y esas expectativas, como las que giran sobre cualquier
variable financiera, son continuamente cambiantes".
264. Si bien el futuro a
medio/largo plazo resulta imprevisible -de ahí la utilidad de las cláusulas
techo incluso muy elevadas-, en la realidad los riesgos de oscilación del tipo
mínimo de referencia -único que ha 51 de ser objeto de examen-, en los términos contenidos en
las cláusulas transcritas en los apartados 3 a 5 del primer antecedente de hecho de esta
sentencia, dan cobertura exclusivamente a los riesgos que para la entidad
crediticia pudieran tener las oscilaciones a la baja y frustran las
expectativas del consumidor de abaratamiento del crédito como consecuencia de
la minoración del tipo de interés pactado como "variable".
Al entrar en juego una
cláusula suelo previsible para el empresario, convierte el tipo nominalmente
variable al alza y a la baja, en fijo variable exclusivamente al alza.
DECIMOSEXTO: LA NULIDAD PARCIAL DE
LOS CONTRATOS
2. La Nulidad parcial del
contrato.
2.1.
El principio utile per inutile en general.
2.2.
El principio utile per inutile en condiciones generales.
266. Por el contrario, cuando
se trata de contratos en los que se han insertado condiciones generales nulas,
la legislación especial contempla el fenómeno de la nulidad parcial y limita la
declaración de nulidad a las condiciones ilícitas cuando, pese a su supresión,
el contrato puede subsistir. A tal efecto, en el caso de acciones ejercitadas
por los adherentes, el artículo 9.2 LCGC, dispone que "[l]a sentencia
estimatoria, obtenida en un proceso incoado mediante el ejercicio de la acción
individual de nulidad o de declaración de no incorporación, decretará la
nulidad o no incorporación al contrato de las cláusulas generales afectadas y aclarará
la eficacia del contrato de acuerdo con el artículo 10, o declarará la nulidad
del propio contrato cuando la nulidad de aquellas o su no incorporación
afectara a uno de los elementos esenciales del mismo en los términos del
artículo 1261 del Código Civil ".
267. Si la nulidad se declara
a causa de la estimación de acciones de cesación, la norma también atribuye al
juez la posibilidad de declarar la validez parcial de los contratos afectados
por la declaración de nulidad de alguna de las condiciones insertas en ellos, y
en el artículo 12.2 LCGC dispone que "[l]a acción de cesación se dirige
a obtener una sentencia [...] determinando o aclarando, cuando sea necesario,
el contenido del contrato que ha de considerarse válido y eficaz".
2.3.
El principio utile per inutile en contratos con consumidores.
268. La LCU , en su redacción original,
también admitió que la nulidad de alguna o algunas de las cláusulas no
negociadas individualmente no era determinante de la nulidad del contrato, al
disponer en el artículo 10.4 que "[s]erán nulas de pleno derecho y se
tendrán por no puestas las cláusulas, condiciones o estipulaciones que
incumplan los anteriores requisitos. No obstante, cuando las cláusulas
subsistentes determinen una situación no equitativa de las posiciones de las
partes en la relación contractual, será ineficaz el contrato mismo".
269. La previsión de la norma
nacional concordaba con lo previsto en la Directiva 93/13 cuyo vigésimo primer considerando
indica que "[...] los Estados miembros deben adoptar las medidas
necesarias para evitar que se estipulen cláusulas abusivas en los contratos
celebrados con consumidores por un profesional y que, si a pesar de ello
figuraran tales cláusulas, éstas no obligarían al consumidor y el contrato
seguirá siendo obligatorio para las partes en los mismos términos, siempre que
las cláusulas abusivas no afecten a su existencia" y que en el
artículo 6.1 dispone que "[l]os Estados miembros establecerán que no
vincularán al consumidor [...] las cláusulas abusivas que figuren en un
contrato celebrado entre éste y un profesional y dispondrán que el contrato
siga siendo obligatorio para las partes en los mismos términos, si éste puede subsistir
sin las cláusulas abusivas".
2.4.
La improcedencia de integrar el contrato con consumidores en caso de nulidad
parcial.
270. El artículo 10.bis LCU,
introducido por la
Disposición Adicional 1.3 de la Ley 7/1998, de 13 de abril,
modificó dicho régimen ya que, por un lado mantuvo la nulidad de las cláusulas
y, por otro, tratando de 52 restablecer el equilibrio interno del contrato admitió su
integración. Así lo dispone el primer párrafo del artículo 83.2 TRLCU, a cuyo
tenor "[l]a parte del contrato afectada por la nulidad se integrará con
arreglo a lo dispuesto por el artículo 1258 del Código Civil y al principio de
buena fe objetiva".
271. Además, otorgó al juez
facultades para inmiscuirse en el contrato y moderar su contenido. Así lo dispuso
el segundo apartado del artículo 83.2 TRLCU, a cuyo tenor "[a] estos
efectos, el Juez que declare la nulidad de dichas cláusulas integrará el
contrato y dispondrá de facultades moderadoras respecto de los derechos y
obligaciones de las partes, cuando subsista el contrato, y de las consecuencias
de su ineficacia en caso de perjuicio apreciable para el consumidor y usuario.
272. Finalmente, reservó la
nulidad para supuestos en los que no era posible la reconstrucción equitativa "para
ambas partes", al disponer en el párrafo tercero del propio artículo 83.2
TRLCU, que "[s]ólo cuando las cláusulas subsistentes determinen una
situación no equitativa en la posición de las partes que no pueda ser subsanada
podrá el Juez declarar la ineficacia del contrato".
273. La posibilidad de
integración y reconstrucción "equitativa" del contrato, ha sido
declarada contraria al Derecho de la
Unión por la
STJUE ya citada de 14 de junio de 2012, Banco Español de
Crédito, apartado 73, a
cuyo tenor "[...] el artículo 6, apartado 1, de la Directiva 93/13 debe
interpretarse en el sentido de que se opone a una normativa de un Estado
miembro, como el artículo 83 del Real Decreto Legislativo 1/2007, que atribuye
al juez nacional, cuando éste declara la nulidad de una cláusula abusiva
contenida en un contrato celebrado entre un profesional y un consumidor, la
facultad de integrar dicho contrato modificando el contenido de la cláusula
abusiva".
2.5.
La subsistencia de los contratos
274. Como hemos indicado las
cláusulas suelo se refieren al objeto principal del contrato -de ahí que el control
de su abuso nada más sea posible cuando haya falta de claridad en los términos
indicados-. También hemos indicado que no cabe identificar "objeto
principal" con "elemento esencial" y, en contra de lo sostenido por
alguna de las recurridas, el tratamiento dado a las cláusulas suelo por las
demandadas es determinante de que no forme "parte inescindible de la
definición contractual del tipo de interés aplicable al contrato de préstamo y
con ello de su objeto y causa". Más aún, las propias imponentes han
escindido su tratamiento.
275. Pues bien, partiendo de
lo expuesto, la nulidad de las cláusulas suelo no comporta la nulidad de los
contratos en los que se insertan, ya que la declaración de nulidad de alguna de
sus cláusulas no supone la imposibilidad de su subsistencia.
3. Conclusiones
276.
Lo razonado aboca a las siguientes conclusiones:
a)
Procede condenar a las demandadas a eliminar de sus contratos las cláusulas
examinadas en la forma y modo en la que se utilizan.
b)
Igualmente procede condenar a las demandadas a abstenerse de utilizarlas en lo
sucesivo en la forma y modo en la que se utilizan.
c)
Los contratos en vigor, seguirán siendo obligatorios para las partes en los
mismos términos sin las cláusulas abusivas.
DECIMOSÉPTIMO: EFICACIA NO
RETROACTIVA DE LA SENTENCIA
1. Planteamiento de la
cuestión
277. El Ministerio Fiscal en
su recurso interesa que se precise el elemento temporal de la sentencia, ya que
"Si se otorga este efecto retroactivo total [...] quedarían afectados
los contratos ya consumados en todos sus efectos, de modo que [...] habría que
reintegrar ingentes cantidades ya cobradas", a lo que añade que "no
creemos sea ésta la voluntad de la
LCGC por drástica en exceso".
2. Valoración de la Sala
2.1.
La condena a cesar en el uso de las cláusulas
278. La Directiva 93/13 dispone
que los Estados velarán por que existan medios adecuados y eficaces para que
cese el uso de cláusulas abusivas en los contratos celebrados entre
profesionales y consumidores, lo que incluye disposiciones que permitan a
organizaciones que tengan un interés legítimo en la protección de los
consumidores acudir según el derecho nacional a los órganos judiciales o
administrativos competentes con el fin de que éstos determinen, a tenor del
artículo 7.2 de "[s]i ciertas cláusulas contractuales, redactadas 53 con vistas a su
utilización general, tienen carácter abusivo y apliquen los medios adecuados y
eficaces para que cese la aplicación de dichas cláusulas".
279. En el Derecho interno,
tratándose de condiciones genereales, el artículo 12.2 LCGC se proyecta hacia
el futuro y dispone que "[l]a acción de cesación se dirige a obtener
una sentencia que condene al demandado a eliminar de sus condiciones generales
las que se reputen nulas y a abstenerse de utilizarlas en lo sucesivo [...].
280. Cuando la acción de
cesación se refiere a cláusulas abusivas en contratos con consumidores y usuarios,
el artículo 53 TRLCU dispone que " [l]a acción de cesación se dirige a
obtener una sentencia que condene al demandado a cesar en la conducta y a
prohibir su reiteración futura".
281. Esta proyección de la
sentencia al futuro ha sido confirmada desde la perspectiva del derecho a la
privacidad de los consumidores y su tutela frente a las asociaciones de
usuarios en la STC
96/2012, de 7 de mayo, al rechazar una pretensión de AUSBANC de que le fuesen
cedidos datos personales de consumidores contratantes con una entidad de
crédito, al afirmar que "[...] para ejercitar la acción de cesación que
se postula como motivo principal para la admisión de solicitud de las
diligencias preliminares, no son necesarios los datos personales que se
solicitan en la demanda (tal y como recoge el art. 15.4 LECiv), pues la Ley de enjuiciamiento civil no
considera necesaria ninguna publicidad, ni llamamiento, ni intervención de los consumidores
en ese tipo de procesos, dado que con la acción de cesación lo que se persigue
es una condena para que el demandado cese en una determinada conducta, o una
condena que prohíba su reiteración futura (ex art. 53 del texto refundido de la Ley general para la defensa de
consumidores y usuarios)".
2.2.
Los efectos retroactivos de la nulidad.
282. Como apunta el Ministerio
Fiscal, la finalidad de las acciones de cesación no impide el examen de los
efectos de la nulidad determinante de la condena a cesar en la utilización de
las cláusulas abusivas y a eliminar de sus contratos las existentes, cuando
estas se han utilizado en el pasado.
283. Como regla, nuestro
sistema parte de que la ineficacia de los contratos -o de alguna de sus cláusulas,
si el contrato subsiste-, exige destruir sus consecuencias y borrar sus huellas
como si no hubiesen existido y evitar así que de los mismos se deriven efectos,
de acuerdo con la regla clásica quod nullum est nullum effectum producit (lo
que es nulo no produce ningún efecto)-. Así lo dispone el artículo 1303 del
Código Civil, a cuyo tenor "[d]eclarada la nulidad de una obligación,
los contratantes deben restituirse recíprocamente las cosas que hubiesen sido
materia del contrato, con sus frutos, y el precio con los intereses, salvo lo
que se dispone en los artículos siguientes".
284. Se trata, como afirma la STS 118/2012, de 13 marzo, RC
675/2009, " [...] de una propia restitutio in integrum, como
consecuencia de haber quedado sin validez el título de la atribución
patrimonial a que dieron lugar, dado que ésta se queda sin causa que la
justifique, al modo de lo que sucedía con la "condictio in debiti".
Se trata del resultado natural
de la propia nulidad de la reglamentación negocial que impuso el cumplimiento de
la prestación debida por el adherente".
285. Este principio es el que
propugna el IC 2000 al afirmar que "[l]a decisión judicial por la que
se declara abusiva una cláusula determinada debe retrotraer sus efectos al
momento de la conclusión del contrato (ex tunc)".
286. También esa regla rige en
el caso de la nulidad de cláusulas abusivas, ya que, como afirma la STJUE de 21 de marzo de
2013, RWE Vertrieb AG, C-92/11, apartado 58 "[...] según reiterada
jurisprudencia, la interpretación que, en el ejercicio de la competencia que le
confiere el artículo 267 TFUE, hace el Tribunal de Justicia de una norma de
Derecho de la Unión
aclara y precisa el significado y el alcance de dicha norma, tal como debe o
habría debido ser entendida y aplicada desde el momento de su entrada en vigor.
De ello resulta que la norma así interpretada puede y debe ser aplicada por el
juez a relaciones jurídicas nacidas y constituidas antes de la sentencia que
resuelva sobre la petición de interpretación, si además se reúnen los requisitos
que permiten someter a los órganos jurisdiccionales competentes un litigio
relativo a la aplicación de dicha norma (véanse, en particular, las sentencias
de 2 de febrero de 1988, Blaizot y otros, 24/86, Rec. p. 379, apartado 27; de
10 de enero de 2006, Skov y Bilka, C-402/03, Rec. p. I-199, apartado 50; de 18 de
enero de 2007, Brzeziñski, C-313/05, Rec. p. I-513, apartado 55, y de 7 de
julio de 2011, Nisipeanu, C-263/10, apartado 32)".
2.3.
La posibilidad de limitar la retroactividad
287. No obstante la regla
general de eficacia retroactiva de las declaraciones de nulidad, sus efectos no
pueden ser impermeables a los principios generales del Derecho -entre ellos de
forma destacada la seguridad jurídica (artículo 9.3 CE)-, como lo evidencia el
artículo 106 de la Ley
30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones
Públicas y del Procedimiento Administrativo Común pone coto a los efectos
absolutos, inevitables y perpetuos de la nulidad y admite limitaciones al
disponer que "[l] as facultades de revisión no podrán ser ejercitadas
cuando por prescripción de acciones, por el tiempo transcurrido o por otras
circunstancias, su ejercicio resulte contrario a la equidad, a la buena fe, al
derecho de los particulares o a las leyes".
288. Singularmente, cuando se
trata de la conservación de los efectos consumados (en este sentido, artículos
114.2 de la Ley
11/1986, de 20 de marzo, de Régimen jurídico de Patentes de Invención y Modelos
de Utilidad; 54.2 de la Ley
17/2001, de 7 de diciembre, de Marcas y 68 de la Ley 20/2003, de 7 de julio, de Protección
Jurídica del Diseño Industrial).
289. También el Tribunal
Constitucional, por exigencias del principio de seguridad jurídica, ha limitado
los efectos retroactivos de la declaración de inconstitucionalidad en las SSTC
179/1994 de 16 junio, 281/1995 de 23 octubre, 185/1995, de 14 diciembre,
22/1996 de 12 febrero y 38/2011 de 28 marzo.
290. En la misma línea se
manifestó la justificación de la enmienda 2 al Proyecto de Ley de Contratos de Crédito
al Consumo, presentada por el Grupo Parlamentario Ezquerra
Republicana-Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya Verds, y por la presentada
por el Grupo Parlamentario Entesa Catalana de Progrés para la adición de una
Disposición transitoria nueva con el objetivo de aplicar límites a la variación
a la baja del tipo de interés pactado en contratos de préstamo o crédito de
garantía hipotecaria, en los que el bien hipotecado sea la vivienda familiar
que tengan saldo pendiente de amortización a la entrada en vigor de la Ley , al proponer la ineficacia
retroactiva y que "[l]a eliminación, en su caso, de la cláusula abusiva
surtirá efectos económicos en la cuota del mes siguiente al de la entrada en
vigor de la presente Ley".
291. También esta Sala ha
admitido la posibilidad de limitar los efectos de la nulidad ya que "[l]a
"restitutio" no opera con un automatismo absoluto, ya que el
fundamento de la regla de liquidación de la reglamentación contractual
declarada nula y por la que se pretende conseguir que las partes afectadas
vuelvan a la situación patrimonial anterior al contrato, no es otro que evitar
que una de ellas se enriquezca sin causa a costa de la otra y ésta es una
consecuencia que no siempre se deriva de la nulidad" (STS 118/2012, de
13 marzo, RC 675/2009).
292. Finalmente, la propia
STJUE de 21 de marzo DE 2013, RWE Vertrieb, ya citada, apartado 59, dispone que
"[...] puede el Tribunal de Justicia, aplicando el principio general de
seguridad jurídica inherente al ordenamiento jurídico de la Unión , verse inducido a
limitar la posibilidad de que los interesados invoquen una disposición por él
interpretada con el fin de cuestionar relaciones jurídicas establecidas de
buena fe. Para poder decidir dicha limitación, es necesario que concurran dos
criterios esenciales, a saber, la buena fe de los círculos interesados y el
riesgo de trastornos graves (véanse, en particular, las sentencias Skov y
Bilka, antes citada, apartado 51; Brzeziñski, antes citada, apartado 56; de 3
de junio de 2010, Kalinchev, C-2/09, Rec. p. I-4939, apartado 50, y de 19 de
julio de 2012, Rçdlihs, C-263/11, Rec. p. I-0000, apartado 59).
2.4.
La irretroactividad de la sentencia
293.
En el caso enjuiciado, para decidir sobre la retroactividad de la sentencia en
el sentido apuntado por el Ministerio Fiscal, es preciso valorar que:
a)
Las cláusulas suelo, en contra de lo pretendido por la demandante, son lícitas.
b) Su
inclusión en los contratos a interés variable responde a razones objetivas -el
IBE indica como causas de su utilización el coste del dinero, que está
constituido mayoritariamente por recursos minoristas (depósitos a la vista y a
plazo), con elevada inelasticidad a la baja a partir de determinado nivel del precio
del dinero, y los gastos de estructura necesarios para producir y administrar
los préstamos, que son independientes del precio del dinero-.
c) No
se trata de cláusulas inusuales o extravagantes. El IBE indica en el apartado 2
referido a la cobertura de riesgo de tipos de intereses que en España "[...]
casi el 97% de los préstamos concedidos con la vivienda como garantía
hipotecaria están formalizados a tipo de interés variable".
d) Su
utilización ha sido tolerada largo tiempo por el mercado -su peso, afirma el
IBE, ya en los años anteriores a 2004, alcanzaba casi al 30% de la cartera-.
e) La
condena a cesar en el uso de las cláusulas y a eliminarlas por abusivas, no se
basa en la ilicitud intrínseca de sus efectos -en cuyo caso procedería la
nulidad de las cláusulas suelo sin más-, sino en la falta de transparencia.
f) La
falta de transparencia no deriva de su oscuridad interna, sino de la
insuficiencia de la información en los términos indicados en el apartado 225 de
esta sentencia.
g) No
consta que las entidades crediticias no hayan observado las exigencias
reglamentarias de información impuestas por la OM de 5 de mayo de 1994.
h) La
finalidad de la fijación del tope mínimo responde, según consta en el IBE a
mantener un rendimiento mínimo de esos activos (de los préstamos hipotecarios)
que permita a las entidades resarcirse de los costes de producción y
mantenimiento de estas financiaciones.
i)
Igualmente según el expresado informe, las cláusulas se calculaban para que no
implicasen cambios significativos en las cuotas iniciales a pagar, tenidas en
cuenta por los prestatarios en el momento de decidir sus comportamientos
económicos.
j) La Ley 2/1994, de 30 de marzo,
sobre Subrogación y Modificación de Préstamos Hipotecarios, permite la
sustitución del acreedor.
k) Es
notorio que la retroactividad de la sentencia generaría el riesgo de trastornos
graves con trascendencia al orden público económico, al extremo que el
Ministerio Fiscal, pese a recurrir la sentencia de apelación, se pronuncia en
el sentido de que no procede reconocer efectos retroactivos a la decisión de nulidad
de las cláusulas controvertidas
2.4.
Conclusiones.
294.
Consecuentemente con lo expuesto, procede declarar la irretroactividad de la
presente sentencia, de tal forma que la nulidad de las cláusulas no afectará a
las situaciones definitivamente decididas por resoluciones judiciales con
fuerza de cosa juzgada ni a los pagos ya efectuados en la fecha de publicación de
esta sentencia.
DECIMOCTAVO: LA PUBLICIDAD DE LA SENTENCIA
295. El artículo 21 LCG
atribuye al tribunal la facultad de acordar la publicidad del fallo de la
sentencia junto con el texto de la cláusula cuya nulidad se declara o cuya
utilización se prohíbe, lo que debe ponerse no en relación con el eventual
desprestigio del profesional o empresario a modo de pena de capirote, sino en
función de la utilidad práctica de la difusión del contenido de la prohibición,
sin perjuicio, claro está, de lo dispuesto en el artículo 22 LCG, a cuyo tenor "[e]n
todo caso en que hubiere prosperado una acción colectiva o una acción
individual de nulidad o no incorporación relativa a condiciones generales, el
Secretario judicial dirigirá mandamiento al titular del Registro de Condiciones
Generales de
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