Sentencia de la Audiencia Provincial
de Madrid (s. 4ª) de 7 de marzo de 2012 (D. EDUARDO JIMENEZ-CLAVERIA IGLESIAS).
RIMERO.- En el
recurso de apelación se alega, como motivo de impugnación, error en la
apreciación de la prueba y vulneración del principio de presunción de inocencia.
En síntesis se
alega por el recurrente, que el menor ha sido condenados, única y
exclusivamente, en virtud de la declaración de la víctima, cuestionando que
dicha declaración tenga virtualidad suficiente para desvirtuar el principio de
inocencia.
El recurso debe de
ser estimado.
Las declaraciones de
la víctima o perjudicada tiene el valor de prueba testifical siempre que se practiquen
con las debidas garantías y se hayan introducido en el proceso de acuerdo con
los principios de publicidad, contradicción e inmediación, siendo hábiles por
si solos para desvirtuar la presunción constitucional de inocencia SSTC 201/89,
173/90, 229/91, 64/94 y SSTS de 21 de enero, 18 de marzo y 25 de abril de 1988,
16 y 17 de enero de 1991 entre otras-.
De manera específica
es relevante esta doctrina en aquellos delitos que por sus circunstancias se suelen
cometer en la sola presencia de la víctima y el agresor sin otros testigos,
porque nadie, declara la STS
de 24.11.87, ha de sufrir el perjuicio de que el suceso que motiva el
procedimiento penal se desarrolle en la intimidad víctima e inculpado, y en el
mismo sentido la STS
de 13.05.92 reconoce que "puede condenarse con la declaración de un solo
testigo, incluso cuando su testimonio se enfrenta a varios que se expresan en dirección
opuesta aunque en todo caso la resolución ha de ser motivada de acuerdo con el
artículo 120.3 de la
Constitución ", por ello el antiguo principio jurídico
"testius unus", "testius nulus" no tiene ya significación jurídica
alguna como recuerda la STS
de 23.05.95 pues de no ser así, se llegaría a la más absoluta impunidad en
relación a aquellos delitos que se desenvuelven en el más absoluto secreto o
situaciones solitarias.
1.- Ausencia de incredibilidad
subjetiva derivada de las relaciones acusados - víctima, que pudieran conducir a
la deducción de la concurrencia de un móvil, de resentimiento, enemistad, venganza,
enfrentamiento, interés o de cualquier índole que privase al testimonio de la
aptitud para generar ese estado subjetivo de certidumbre en que la convicción
judicial estriba;
2.- Verosimilitud,
dado que el testimonio, con mayor razón al tratarse de un perjudicado, debe
estar rodeado de algunas corroboraciones periféricas de carácter objetivo que lo
doten de aptitud probatoria, de manera que el propio hecho de la existencia del
delito esté apoyado en algún dato añadido a la pura manifestación subjetiva; y
3.- Persistencia
de la incriminación, de manera que sea prolongada en el tiempo, sin
ambigüedades ni contradicciones, pues constituyendo la única prueba enfrentada
a la negativa del acusado, que proclama su inocencia, prácticamente la única
posibilidad de evitar la indefensión de éste es permitirle que cuestione eficazmente
dicha declaración poniendo de relieve aquellas contradicciones que señalen
inveracidad (SSTS de 28 de Septiembre de 1988, 26105/92, 5 de Junio de 1992, 8
de Noviembre de 1994, 27104/95, 11/10/95, 3 y 15 de Abril de 1996 y 22 de Abril
de 1999, entre otras).
En el caso que nos
ocupa, y tras el visionado de la grabación del juicio, discrepamos con la
valoración que el juez "a quo" hace de la manifestaciones de la
víctima, y consideramos que la misma no reúne los requisitos señalados en la
doctrina jurisprudencial anteriormente señalada para considerar que por sí
sola, dicha declaración tenga virtualidad para desvirtuar el principio de
inocencia.
Y ello, es así,
porque las manifestaciones de la víctima a lo largo de instrucción y en el
plenario, a diferencia de lo señalado en la resolución recurrida, no son
claras, concisas y contundentes a juicio de este tribunal, pues a nuestro
juicio adolecen de persistencia y verosimilitud.
Efectivamente, la
víctima en un primer momento manifiesta que fue atacado por cuatro individuos,
para posteriormente corregir tal versión, y manifestar que fueron tres los
agresores.
Pese a exponer la
víctima que fue atacado de forma brutal por sus agresores, llegando incluso a
relatar que uno de ellos le agarró del cuello con tal fuerza que llegó incluso
a perder el conocimiento, siendo golpeado repetidamente por el resto de los
individuos, sorprende a este tribunal, que ante un ataque tan brutal como el
que manifiesta haber sufrido, sólo presente lesiones de escasa entidad y, causa
perplejidad, que tras ese incidente, y tras acudir a su casa, vuelva a salir a
la calle y se dedique a buscar a los autores de los hechos.4 Igualmente
sorprende, que encuentre a estos cerca del lugar de los hechos y que los mismos
no se hubieran ausentado, como hubiera sido lo lógico.
Estas circunstancias
nos hacen dudar que los hechos ocurrieran tal y como han sido declarados probados
por el juez a quo, pues nos parece insólito, como anteriormente hemos señalado,
la conducta y actitud de la víctima y nos induce a pensar, que al encontrarse
este a un grupo de jóvenes (sudamericanos) en la cercanía del lugar de los
hechos, pudiera tener la falsa percepción de que los mismos hubieran
intervenido en el robo que instantes antes había sido objeto.
Y en este sentido,
hay que destacar las manifestaciones del menor expedientado y de su novia, que niegan
los hechos imputados, si bien reconocen haber observado un incidente en las inmediaciones
de la discoteca, mientras ellos se encontraban llamando por teléfono desde una
cabina.
Manifiestan ambos,
que el denunciante daba muestras de estar embriagado y que portaba en las
manos, mientras discutía con el grupo de chicos que se encontraba en el lugar,
lo que parecía ser una navaja.
Otro testigo de la
defensa, amigo del menor expedientado, confirma que éste se encontraba en la discoteca,
que salió a llamar por teléfono y, que posteriormente entró la policía y detuvo
a Gregorio, manifestando al igual que
éste y su novia, que el denunciante se encontraba borracho y que no sabía lo
que decía.
Este estado del
denunciante (embriaguez) pese a que no fue confirmado por el policía que
procedió a la detención del menor, y que depuso en el acto del plenario, podría
avalar la absurda conducta que tuvo el denunciante, tras el robo sufrido y, a
la que anteriormente hemos hecho referencia.
Mención aparte hay
que hacer a la anómala identificación del menor, pues fue la propia policía la
que se introdujo en la discoteca, y seleccionó a Gregorio como uno de los
implicados, pues si bien portaba una vestimenta que coincidía con las
características que había proporcionado el denunciante (camisa oscura y debajo
una camiseta blanca, pantalón oscuro), ésta por sí sola no era tan
característica como para no haber podido errar el funcionario policial en la
identificación del sujeto, (la vestimenta pudiera incluso calificarse de usual
entre jóvenes), pues lo normal hubiera sido que los funcionarios policiales
hubieran entrado acompañado del denunciante a fin de identificar, al presunto
implicado.
En definitiva, consideramos
que de la prueba practicada en el acto del plenario, y por los motivos anteriormente
expuestos, no se desprende prueba incriminatoria de entidad suficiente para desvirtuar
el principio de inocencia, siendo cuestionable la declaración de la víctima,
pues nos suscita serias dudas sobre la participación del menor en el robo (y en
las lesiones que sufrió la víctima), por lo que procede la libre absolución de Gregorio,
dejando sin efecto la condena impuesta, y declarando de oficio las costas
procesales causadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario