Sentencia del
Tribunal Supremo de 25 de febrero de 2015 (D. Juan Ramón Berdugo Gómez de la Torre).
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NOVENO: El motivo noveno vulneración de precepto
constitucional, art.
852 LECrim, y art. 5.4 LOPJ, en relación ambos con el art. 24.1 y
2 CE, vulneración del derecho a un juez imparcial.
El motivo ligado a los precedentes debe sufrir igual
suerte desestimatoria.
Es cierto que tal como hemos dicho en SSTS. 79/2014 de
18.2 y 766/2014 de 27.11 el desarrollo a un proceso con todas las garantías
proclamado en el art. 24.2 CE, el derecho a un Juez o Tribunal imparcial y al
propio tiempo configura un derecho fundamental implícito en el derecho al Juez
legal proclamado en el mismo art. 24.2 CE. (SSTC. 47/82 de 12.7, 44/85 de 22.3,
113/87 de 3.7, 145/88 de 12.7, 106/89 de 8.6, 138/91 de 20.6, 136/92 de 13.10,
307/93 de 25.10, 47/98 de 2.3, 162/99 de 27.9, 38/2003 de 27.2; SSTS. 16.10.98,
21.12.97, 7.11.2000, 9.10.2001, 24.9.2004). La imparcialidad y objetividad del
Tribunal aparece, entonces, no solo como una exigencia básica del proceso
debido (STC. 60/95 de 17.3) derivada de la exigencia constitucional de actuar
únicamente sometidos al imperio de la Ley (art. 117 CE) como nota esencial
característica de la función jurisdiccional desempeñada por los Jueces y Tribunales
(SSTC. 133/87 de 21.7; 150/89 de 25.9; 111/93 de 25.3; 137/97 de 21.7 y 162/99
de 27.9), sino que además se erige en garantía fundamental de la Administración
de Justicia propia de un Estado Social y democrático de Derecho (art. 1.1 CE),
que está dirigida a asegurar que la razón ultima de la decisión jurisdiccional
que se adopta sea conforme al ordenamiento jurídico y se dicte por un tercero
ajeno tanto a los intereses en litigio como a sus titulares (SSTC. 299/94 de
14.11, 162/99 de 27.9; 154/2001 de 2.7).
Asimismo el TEDH. ha destacado la imparcialidad del
Juzgador como una de las garantías fundamentales de un proceso justo, en
sentencias como las del caso De Lubre (S. 26.10.84); Hanschildt (S. 16.7.87),
Piersack (S. 1.10.92); Sainte-Marie (S. 16.12.92); Holm (S. 25.11.93); Saraira
de Carbalnon (S. 22.4.94); Castillo-Algar (S. 28.10.98) y Garrido Guerrero (S.
2.3.2000).
Consecuentemente el art. 24.2 CE, acorde con lo dispuesto
en el art. 6 del Convenio Europeo para Protección de los Derechos Humanos y
Libertades Fundamentales reconoce el derecho a ser juzgado por un Tribunal
independiente y alejado de los intereses de las partes en litigio, de tal modo
que la imparcialidad judicial constituye una garantía procesal que condiciona
la existencia misma de la función jurisdiccional (STC. 151/2000 de 12.6). Por
este motivo la obligación del Juzgador de no ser "Juez y parte", ni
"Juez de la propia causa", supone, de un lado, que el Juez no pueda
asumir procesalmente funciones de parte, y de otro, que no pueda realizar actos
ni mantener con las partes relaciones jurídicas o conexiones de hecho que
puedan poner de manifiesto o exteriorizar una previa toma de posición anímica a
favor o en su contra. En tal sentido la jurisprudencia viene distinguiendo
entre una "imparcialidad subjetiva", que garantiza que el Juez no ha
mantenido relaciones indebidas con las partes y una "imparcialidad
objetiva", es decir, referida al objeto del proceso, por lo que se asegura
que el Juez o Tribunal no ha tenido un contacto previo con el thema
decidenci y, por tanto, que se acerca al objeto del mismo sin prevenciones
en su animo (SSTC. 47/98 de 2.3; 11/2000 de 27.1; 52/2001 de 26.2; 153/2002 de
22.7; y SSTS. 1493/99 de 21.12; 2181/2001 de 22.11; 1431/2003 de 1.11; 70/2004
de 20.1; 1167/2004 de 22.10).
La reciente STC. 149/2013, recuerda las líneas
fundamentales de la doctrina sobre el derecho a un Juez imparcial:
a) La imparcialidad del Juez puede analizarse desde una
doble vertiente. Una "imparcialidad subjetiva, que garantiza que el Juez
no ha mantenido relaciones indebidas con las partes, en la que se integran
todas las dudas que deriven de las relaciones del Juez con aquéllas, y una
imparcialidad objetiva, es decir, referida al objeto del proceso, por la que se
asegura que el Juez se acerca al thema decidendi sin haber tomado
postura en relación con él" (por todas STC 47/2011, de 12 de abril).
b) La garantía de la imparcialidad objetiva
"pretende evitar toda mediatización, en el ámbito penal, del
enjuiciamiento a realizar en la instancia o a revisar en vía de recurso" (STC
313/2005, de 12 de diciembre,). Esto es "que influya en el juicio o en la
resolución del recurso la convicción previa que un Juez se haya formado sobre
el fondo del asunto al decidir en anterior instancia o, incluso, al realizar
actos de investigación como instructor" (STC 11/2000, de 17 de enero, FJ
4). Tales convicciones previas no merecen, en sí mismas, tacha alguna, pero
"la sola posibilidad de que se proyecten en el ulterior enjuiciamiento, o
en el recurso que proceda, pone en riesgo el derecho del justiciable a obtener
en uno u otro -en el juicio o en el recurso- una justicia imparcial. La Ley,
ante tal riesgo, no impone al Juez abandonar o superar las convicciones a las
que así legítimamente llegó, ni exige tampoco a los justiciables confiar en que
esa superación se alcance. Más bien permite, mediante la abstención de aquél o
la recusación por éstos, que quede apartado del juicio del recurso el Juez que
ya se ha formado una convicción sobre la culpabilidad del acusado o que puede
haberla adquirido en el curso de instrucción." (SSTC 157/1993, de 6 de
mayo, y 11/2000).
c) No basta que tales dudas sobre su imparcialidad surjan
en la mente de la parte, sino que es preciso determinar caso a caso si las
mismas alcanzan una consistencia tal que permitan afirmar que se hallan
objetiva y legítimamente justificadas (por todas, STC 47/2011, de 12 de abril).
Se hace necesario examinar las circunstancias del caso, en tanto que "la
imparcialidad del Juez no puede examinarse in abstracto, sino que hay
que determinar, caso por caso, si la asunción simultánea de determinadas
funciones instructoras y juzgadoras puede llegar a comprometer la imparcialidad
objetiva del juzgador." (STC 60/1995, de 16 de marzo, que acomoda la interpretación
del mencionado derecho a la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos).
Asimismo es doctrina del Tribunal Constitucional -por
todas sentencia 69/2001 de 17.3, contiene algunas referencias tangenciales a la
garantía de imparcialidad desde el punto de vista del órgano encargado de la
instrucción de los procesos penales. Así, la STC 106/1989, de 8 de junio, FJ 2,
elevó la independencia judicial y la imparcialidad, garantizadas por los arts.
24.2 y 117.1 CE, a "nota consustancial de todo órgano
jurisdiccional"; y el ATC 1124/1988, de 10 de octubre, FJ 2, a propósito
de una queja relativa al derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes,
razonó que "la actividad del Juez de Instrucción se encuentra regida por
el principio de imparcialidad". Desde este punto de vista la STC 145/1988,
FJ 5, señalaba que, con su fundamentación "no se trata, ciertamente, de
poner en duda la rectitud personal de los Jueces que lleven a cabo la
instrucción ni de desconocer que ésta supone una investigación objetiva de la
verdad, en la que el Instructor ha de indagar, consignar y apreciar las
circunstancias tanto adversas como favorables al presunto reo (art. 2 LECrim)",
pues es evidente que el Juez de Instrucción puede hallarse, al igual que el
Juez sentenciador, en una particular relación con las partes y con el objeto
del proceso susceptible de afectar negativamente a su ecuanimidad y rectitud de
juicio. La anterior conclusión viene corroborada con lo dispuesto en el art.
219 LOPJ, en la medida en que las causas legales de abstención y recusación se
predican de todos los Jueces y Magistrados, y específicamente en la LECrim, que
no sólo reitera esta previsión (art. 52) sino que contempla expresamente la
posibilidad de recusar al Juez de Instrucción (arts. 58 y 61 párrafo 2). Y es
que, en la medida en que la instrucción criminal, pese a su finalidad
inquisitiva, obliga a consignar todas las circunstancias que puedan influir en
la calificación de los hechos investigados, sean favorables o adversas al
imputado, faculta para adoptar medidas cautelares que pueden afectar a derechos
fundamentales de la persona y debe respetar algunos principios (derecho de
defensa, a conocer la imputación, de contradicción e igualdad entre las
partes), se hace obligado que el instructor deba revestir las necesarias
condiciones de neutralidad tanto en relación con las partes del proceso como
sobre su objeto. En definitiva, el Juez de Instrucción, como cualquier Juez,
debe ser un tercero ajeno a los intereses en litigio, a sus titulares y a las
funciones que desempeñan en el proceso.
En esta misma línea, cuando el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos ha analizado el contenido del art. 5.3 CEDH, ha puesto de
relieve, en una interpretación literal del precepto, que el ejercicio de funciones
judiciales no se limita necesariamente a juzgar, y, de otro lado, desde una
interpretación sistemática del Convenio, ha observado que la finalidad de la
norma es la de garantizar la imparcialidad y la objetividad de toda persona que
ha de decidir sobre la privación de la libertad de otra. Y, en este sentido, el
Juez o la "autoridad habilitada por la ley" debe de ser independiente
del poder ejecutivo y de las partes, dada su obligación de examinar las
circunstancias que actúan en favor o en contra del arresto. A ello cabe añadir
que, aun cuando el mismo Tribunal ha declarado que nada impide que la autoridad
competente para acordar la detención pueda desempeñar otras funciones (a título
de ejemplo, su intervención procesal posterior como parte acusadora), la
actuación de dicha autoridad correrá el riesgo de inspirar a los justiciables
dudas legítimas sobre su imparcialidad si no es revisada por el juez encargado
del caso (en este sentido se pronuncian las SSTEDH de 4 de diciembre de 1979,
caso Schiesser; de 22 de mayo de 1984, casos Jong y otros, Van der Sluijs y
otros y Duihof y Duijf; de 26 de mayo de 1988, caso Pauwels; 30 de marzo de
1990, caso Huber; de 26 de noviembre de 1992, caso Brincat; de 28 de octubre de
1998, caso Assenov; y de 24 de julio de 2000, caso Niebdala).
Así pues, aunque el contenido de la garantía
constitucional de imparcialidad del Juez de Instrucción, dada la configuración
de nuestro sistema procesal, no sea idéntica a la que pueda predicarse del
órgano de enjuiciamiento (pues habrá de ponerse en conexión con las
resoluciones o determinaciones que concretamente haya adoptado en un
determinado asunto), es también exigible a aquél en la medida en que en esta
fase del proceso penal, tal y como viene diseñado en nuestras leyes procesales,
ha de resolver las pretensiones que ante él se formulen sin prejuicios ni
motivaciones ajenas a la recta aplicación del Derecho, y ha de tomar
determinaciones que pueden afectar a los intereses o derechos fundamentales de
las partes (así ocurre con los Autos de prisión o libertad provisional, de
procesamiento, de sobreseimiento o de apertura del juicio oral en el
procedimiento abreviado por ejemplo), sobre las cuales ha de exigirse la previa
condición de que el Juez que las adopte aparezca tanto subjetiva como
objetivamente neutral.
Igualmente no puede olvidarse que el Juez de instrucción
posee en la fase de investigación en nuestro proceso penal, una doble posición:
como director de la instrucción y como garante de los derechos fundamentales.
En la primera de dichas funciones es la investigación directa de los hechos,
con una función en parte inquisitiva y en parte acusatoria, la que puede
considerarse como actividad propiamente instructora y puede provocar en el
animo del Juez prejuicios o impresiones en contra del acusado (SSTC. 145/88 de
12.7, 164/88 de 26.9, 106/89 de 8.6), y es que no todo acto de instrucción
compromete necesariamente la imparcialidad objetiva del Juez, sino tan solo
aquel que por provocar una convicción anticipada sobre la participación del
imputado en el hecho punible, puede crear en su animo determinados prejuicios
sobre la culpabilidad, inhabilitándole así para conocer del juicio oral (SSTC.
106/89 de 8.6, 170/93 de 25.5, 320/93 de 8.11). De aquí que no pueda exigirse
al instructor que no se haya formado juicios o impresiones previos. Por el
contrario el desarrollo de la investigación será la que vaya afianzando en el
Juez su convencimiento sobre la comisión del delito y sobre la participación de
sus autores, lo que forma parte natural de su posición en el proceso y
condicionará las resoluciones que en lo sucesiva vaya adoptando.
Por estas razones el uso por el instructor de un
conocimiento privado o de sus conocimientos extraprocesales afecta
principalmente a la materia probatoria y solo muy limitadamente posee una
proyección en la fase de instrucción, pues los efectos de las diligencias
probatorias y su valor como actos de prueba derivan de lo que resulte del
juicio oral y de la eficacia que le otorga un órgano judicial, distinto del
instructor, que presencie sus sesiones y dicte sentencia en su día.
En el caso presente la frase y actuación que se imputan
al instructor, no tuvieron reflejo alguno en sus resoluciones, en particular
aquellas afectantes a la Sra. Lidia. Así no consta la denegación de diligencia
de prueba alguna propuesta por la misma e incluso la causa se sustanció también
por un presunto delito de maltrato en el ámbito familiar, art. 153 contra Jose
Antonio, por lo que ese posible conocimiento a la posibilidad de que las
lesiones que presentaba la Sra. Lidia fueran autoinflingidas no lo exteriorizó
en momento alguno.
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