Sentencia del Tribunal Supremo de 30 de enero
de 2017 (D. Pedro José Vela
Torres).
[Ver esta resolución
completa en Tirant On Line Premium. http://www.tirantonline.com/tol]
TERCERO.- Primer y segundo motivos de
casación. Inaplicación de los controles de transparencia y abusividad a
contratantes no consumidores. Planteamiento.
1.- El primer motivo del recurso de
casación se plantea al amparo del art. 477.1 LEC, por infracción del art. 80
del Texto Refundido de la Ley General para la defensa de los consumidores y
usuarios (en adelante, TRLGCU), por cuanto la sentencia recurrida ha sometido
al control de transparencia una condición general de la contratación utilizada
en un contrato entre empresarios, cuando dicho control solamente es aplicable
en contratos celebrados con consumidores.
2.- El segundo motivo, formulado
también conforme al art. 477.1 LEC, denuncia infracción del art. 8, apartados 1
y 2, LCGC, en relación con la jurisprudencia establecida en la sentencia del Pleno
de esta sala 241/2013, de 9 de mayo.
3.- En el desarrollo de ambos motivos
se argumenta, resumidamente, que Garaje Santa Inés no tiene la cualidad legal
de consumidor, por lo que como estableció la sentencia de esta Sala 241/2013,
el contrato en que dicha entidad fue parte no puede ser objeto de control de
transparencia, que queda reservado para los contratos en que el adherente es un
consumidor. Además, la cláusula de intereses afecta a los elementos esenciales
del contrato (precio y prestación), por lo que tampoco puede ser objeto de
control de contenido.
4.- Dada la evidente conexión entre
ambos motivos, se resolverán conjuntamente.
CUARTO.- Consideraciones previas. Una
sociedad mercantil que actúa en su ámbito empresarial no puede ser consumidora.
Los contratos de préstamo no se rigen por la normativa MiFID.
1.- Aunque la Audiencia Provincial
afirma que una sociedad mercantil, como la actora, puede ser considerada
consumidora si actúa para financiarse, ello no tiene respaldo legal. En efecto,
tanto conforme al art. 1 de la Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la
Defensa de los Consumidores y Usuarios, bajo cuya vigencia se firmó el primer
contrato, como a tenor del art. 3 del TRLGCU, que ya estaba en vigor cuando se
firmó el segundo, las personas jurídicas que actúan en su ámbito profesional o
empresarial con ánimo de lucro no tienen la cualidad legal de consumidores.
Como la finalidad perseguida con la operación sometida a enjuiciamiento, un
préstamo mercantil con garantía hipotecaria, era refinanciar la actividad
empresarial de una sociedad limitada, de la que se predica legalmente el ánimo
de lucro (art. 116 CCom), resulta claro que dicha sociedad, Garaje Santa Inés
S.L., no intervino en el contrato como consumidora, por lo que no le resulta
aplicable la legislación protectora de dicho tipo de sujetos.
2.- Del mismo modo, tampoco puede
compartirse la conclusión de la sentencia recurrida relativa que a la operación
controvertida se le aplique la normativa MiFID, puesto que los contratos de préstamo
no se encuentran dentro del ámbito objetivo de dicha regulación, según se
desprende inequívocamente de la Directiva 2004/39/CE del Parlamento Europeo y
del Consejo, de 21 de abril de 2004, relativa a los mercados de instrumentos
financieros y de la Ley del Mercado de Valores. Ni el préstamo es un contrato
de inversión o un instrumento financiero, conforme a las definiciones
contenidas en el anexo I de la Directiva, ni el banco actúa en dicho contrato
como empresa de servicios de inversión.
QUINTO.- El control de las condiciones
generales de contratación en contratos celebrados con profesionales o
empresarios. Caracterización legal y jurisprudencial.
1.- La doctrina general sobre este tema
ha sido formulada por la sentencia del Pleno de esta Sala 367/2016, de 3 de
junio, en la que se compendian todos los pronunciamientos previos. Como
decíamos en esa resolución, la Exposición de Motivos de la Ley de Condiciones
Generales de la Contratación indica claramente que el concepto de abusividad
queda circunscrito a los contratos con consumidores, pero añade:
«Esto no quiere decir que en las
condiciones generales entre profesionales no pueda existir abuso de una
posición dominante. Pero tal concepto se sujetará a las normas generales de
nulidad contractual. Es decir, nada impide que también judicialmente pueda
declararse la nulidad de una condición general que sea abusiva cuando sea
contraria a la buena fe y cause un desequilibrio importante entre los derechos
y obligaciones de las partes, incluso aunque se trate de contratos entre
profesionales o empresarios».
Sin embargo, lo expresado en la
exposición de motivos carece de desarrollo normativo en el texto legal, lo que,
suscita el problema de delimitar, desde el punto de vista de la legislación
civil general, a la que se remite, los perfiles de dicho control del abuso
contractual en el caso de los adherentes no consumidores.
2.- A su vez, la Sentencia de esta Sala
241/2013, de 9 de mayo, como no podía ser menos dada la meritada previsión
legal, rechazó expresamente en su fundamento jurídico 233 c) que el control de
abusividad pueda extenderse a cláusulas perjudiciales para el profesional o
empresario. Pero igualmente en el fundamento jurídico 201 recordó que el
control de incorporación de las condiciones generales se extiende a cualquier
cláusula contractual que tenga dicha naturaleza, con independencia de que el
adherente sea consumidor o no, al decir:
«En el Derecho nacional, tanto si el
contrato se suscribe entre empresarios y profesionales como si se celebra con
consumidores, las condiciones generales pueden ser objeto de control por la vía
de su incorporación a tenor de lo dispuesto en los artículos 5.5 LCGC
-"[l]a redacción de las cláusulas generales deberá ajustarse a los
criterios de transparencia, claridad, concreción y sencillez" -, 7 LCGC
-"[n]o quedarán incorporadas al contrato las siguientes condiciones
generales: a) Las que el adherente no haya tenido oportunidad real de conocer
de manera completa al tiempo de la celebración del contrato [...]; b) Las que
sean ilegibles, ambiguas, oscuras e incomprensibles [...]"-».
Esta diferencia de tratamiento según
el adherente sea o no consumidor la han resaltado también, en similares
términos, las sentencias 149/2014, de 10 de marzo; 166/2014, de 7 de abril; y 688/2015,
de 15 de diciembre. Esta última, además, respecto de la caracterización del
control de las condiciones generales de la contratación en contratos entre
profesionales, afirmó que:
«[l]a exigencia de claridad,
concreción, sencillez y comprensibilidad directa del art. 7 b) LCGC no alcanza
el nivel de exigencia que aplicamos al control de transparencia en caso de
contratos con consumidores».
La sentencia 246/2014, de 28 de mayo,
fijó la siguiente doctrina jurisprudencial:
«La compraventa de un despacho para
el ejercicio de una actividad profesional de prestación de servicios queda
excluida del ámbito de aplicación de la legislación especial de defensa de los
consumidores, sin que resulte sujeta al control de contenido o de abusividad,
debiéndose aplicar el régimen general del contrato por negociación».
Y en fin, la sentencia 227/2015, de
30 de abril, estableció:
«[e]n nuestro ordenamiento jurídico,
la nulidad de las cláusulas abusivas no se concibe como una técnica de
protección del adherente en general, sino como una técnica de protección del
adherente que tiene la condición legal de consumidor o usuario, esto es, cuando
éste se ha obligado en base a cláusulas no negociadas individualmente»
[...]
«las condiciones generales insertas
en contratos en los que el adherente no tiene la condición legal de consumidor
o usuario, cuando reúnen los requisitos de incorporación, tienen, en cuanto al
control de contenido, el mismo régimen legal que las cláusulas negociadas, por
lo que sólo operan como límites externos de las condiciones generales los
mismos que operan para las cláusulas negociadas, fundamentalmente los previstos
en el art. 1.255 y en especial las normas imperativas, como recuerda el art.
8.1 LCGC».
SEXTO.- Improcedencia del control de
transparencia cualificado de las condiciones generales incluidas en contratos
con adherentes no consumidores.
1.- Excluida la posibilidad del control
de abusividad en contratos en que el adherente no es consumidor, la antes
citada sentencia 367/2016, de 3 de junio, afrontó el problema de si les era
aplicable el denominado control de transparencia, conocido también como segundo
control de transparencia, o control de transparencia cualificado.
2.- Como concluimos en dicha sentencia
de Pleno, tal control de transparencia supone que no pueden utilizarse
cláusulas que, pese a que gramaticalmente sean comprensibles y estén redactadas
en caracteres legibles, impliquen inopinadamente una alteración del objeto del
contrato o del equilibrio económico sobre el precio y la prestación, que pueda
pasar inadvertida al adherente medio. Es decir, que provocan una alteración, no
del equilibrio objetivo entre precio y prestación, que con carácter general no
es controlable por el juez, sino del equilibrio subjetivo de precio y
prestación, es decir, tal y como se lo pudo representar el consumidor en
atención a las circunstancias concurrentes en la contratación (sentencias de
esta Sala 406/2012, de 18 de junio; 827/2012, de 15 de enero de 2013; 820/2012,
de 17 de enero de 2013; 822/2012, de 18 de enero de 2013; 221/2013, de 11 de
abril; 241/2013, de 9 de mayo; 638/2013, de 18 de noviembre; 333/2014, de 30 de
junio; 464/2014, de 8 de septiembre; 138/2015, de 24 de marzo; 139/2015, de 25
de marzo; 222/2015, de 29 de abril; y 705/2015, de 23 de diciembre).
Como recordamos en la sentencia
705/2015, de 23 de diciembre, ya dijimos en las sentencias 241/2013, de 9 de
mayo, y 138/2015, de 24 de marzo, que este doble control de transparencia
consistía en que, además del control de incorporación, que atiende a una mera
transparencia documental o gramatical:
«[c]onforme a la Directiva 93/13/CEE
y a lo declarado por esta Sala en la Sentencia 406/2012, de 18 de junio, el
control de transparencia, como parámetro abstracto de validez de la cláusula
predispuesta, esto es, fuera del ámbito de interpretación general del Código
Civil del "error propio" o "error vicio", cuando se
proyecta sobre los elementos esenciales del contrato tiene por objeto que el
adherente conozca o pueda conocer con sencillez tanto la "carga
económica" que realmente supone para él el contrato celebrado, esto es, la
onerosidad o sacrificio patrimonial realizada a cambio de la prestación
económica que se quiere obtener, como la "carga jurídica" del mismo,
es decir, la definición clara de su posición jurídica tanto en los presupuestos
o elementos típicos que configuran el contrato celebrado, como en la asignación
o distribución de los riesgos de la ejecución o desarrollo del mismo».
3.- Pero este control de transparencia
diferente del mero control de inclusión está reservado en la legislación
comunitaria y nacional, y por ello, en la jurisprudencia del TJUE y de esta
Sala, a las condiciones generales incluidas en contratos celebrados con
consumidores, conforme expresamente previenen la Directiva 1993/13/CEE y la Ley
de Condiciones Generales de la Contratación. Es más, como hemos resaltado en
varias de las sentencias antes citadas, el art. 4.2 de la Directiva conecta
esta transparencia con el juicio de abusividad, porque la falta de transparencia
trae consigo un desequilibrio sustancial en perjuicio del consumidor,
consistente en la privación de la posibilidad de comparar entre las diferentes
ofertas existentes en el mercado y de hacerse una representación fiel del
impacto económico que le supondrá obtener la prestación objeto del contrato
según contrate con una u otra entidad financiera, o una u otra modalidad de
préstamo, de entre los varios ofertados.
Conexión entre transparencia
material y abusividad que ha sido resaltada por la STJUE de 21 de diciembre de
2016 (asuntos acumulados C-154/15, C-307/15 y C-308/15), al decir en su
parágrafo 49 que: «el control de la transparencia material de las cláusulas
relativas al objeto principal del contrato procede del que impone el artículo
4, apartado 2, de la Directiva 93/13 ». Y precisamente esta aproximación entre
transparencia y abusividad es lo que impide que pueda realizarse el control de
transparencia material en contratos en que el adherente no tiene la cualidad
legal de consumidor.
4.- Ni el legislador comunitario, ni el
español, han dado el paso de ofrecer una modalidad especial de protección al
adherente no consumidor, más allá de la remisión a la legislación civil y
mercantil general sobre respeto a la buena fe y el justo equilibrio en las prestaciones
para evitar situaciones de abuso contractual. No corresponde a los tribunales
la configuración de un tertium genus que no ha sido establecido
legislativamente, pues no se trata de una laguna legal que haya que suplir
mediante la analogía, sino de una opción legislativa que, en materia de
condiciones generales de la contratación, diferencia únicamente entre
adherentes consumidores y no consumidores.
5.- Razones por las cuales, reiterando
la jurisprudencia ya expuesta, deben estimarse estos dos primeros motivos de
casación.
SÉPTIMO.- Tercer motivo de casación. La
buena fe como parámetro de interpretación contractual.
Planteamiento:
1.- El tercer motivo de casación se
formula también al amparo del art. 477.1 LEC, por infracción del art. 8.1 LCGC,
en relación con el art. 1258 CC.
2.- En el desarrollo del motivo se
aduce, sintéticamente, que el art. 1258 CC es una norma de integración del
contenido contractual, que no puede utilizarse para trasladar el contenido del
art. 82.1 TRLGCU al régimen de nulidad de las condiciones generales en
contratos entre empresarios.
Decisión de la Sala:
1.- Decíamos en la tan citada sentencia
367/2016, de 3 de junio, que vista la remisión que, en relación con los
contratos entre profesionales, hace la exposición de motivos de la LCGC a las
normas contractuales generales, y nuestra jurisprudencia al régimen general del
contrato por negociación, hemos de tener en cuenta que los arts. 1258 CC y 57
CCom establecen que los contratos obligan a todas las consecuencias que, según
su naturaleza, sean conformes a la buena fe. Para ello, puede considerarse que
la virtualidad del principio general de buena fe como norma modeladora del
contenido contractual, capaz de expulsar determinadas cláusulas del contrato,
es defendible, al menos, para las cláusulas que suponen un desequilibrio de la
posición contractual del adherente, es decir, aquellas que modifican
subrepticiamente el contenido que el adherente había podido representarse como
pactado conforme a la propia naturaleza y funcionalidad del contrato; en el
sentido de que puede resultar contrario a la buena fe intentar sacar ventaja de
la predisposición, imposición y falta de negociación de cláusulas que
perjudican al adherente. Así, el art. 1258 CC ha sido invocado para blindar, frente
a pactos sorprendentes, lo que se conoce como el contenido natural del contrato
(las consecuencias que, conforme a la buena fe, y según las circunstancias
-publicidad, actos preparatorios, etc- se derivan de la naturaleza del
contrato).
2.- En esa línea, puede postularse la
nulidad de determinadas cláusulas que comportan una regulación contraria a la
legítima expectativa que, según el contrato suscrito, pudo tener el adherente (sentencias
849/1996, de 22 de octubre; 1141/2006, de 15 de noviembre; y 273/2016, de 23 de
abril). Conclusión que es acorde con las previsiones de los Principios de
Derecho Europeo de los Contratos, formulados por la Comisión de Derecho Europeo
de los Contratos («Comisión Lando»), que establecen el principio general de
actuación de buena fe en la contratación (art. 1:201); prevén la nulidad de
cláusulas abusivas sea cual fuere la condición (consumidor o no) del adherente,
entendiendo por tales las que «causen, en perjuicio de una parte y en contra de
los principios de la buena fe, un desequilibrio notable en los derechos y
obligaciones de las partes derivados del contrato» (art. 4:110,1); y no
permiten el control de contenido respecto de las cláusulas que «concreten el
objeto principal del contrato, siempre que tal cláusula esté redactada de
manera clara y comprensible», ni sobre la adecuación entre el valor de las
obligaciones de una y otra parte (art. 4:110,2). Consideración esta última
sobre la adecuación de precio y prestación que resulta especialmente relevante
en este caso, porque en un contrato de préstamo mercantil el interés
remuneratorio pactado constituye el precio de la operación.
3.- Con la limitación que conlleva el
control sobre el precio (interés remuneratorio), en el supuesto específico de
la denominada cláusula suelo, el carácter sorpresivo contrario a la buena fe
vendría determinado por la contradicción entre la concertación de un interés
variable y la limitación a dicha variabilidad proveniente de una condición
general. Entronca este criterio con la regla de las «cláusulas sorprendentes»
(desarrollada jurisprudencialmente en otros ámbitos, especialmente en relación
con el contrato de seguro), conforme a la que son inválidas aquellas
estipulaciones que, a tenor de las circunstancias y la naturaleza del contrato,
son tan insólitas que el adherente no podía haberlas previsto razonablemente.
Que, a su vez, conecta con la mención de la exposición de motivos LCGC al abuso
de posición dominante, en el sentido de que el predisponente hace un mal uso de
su capacidad de imposición de las condiciones generales para introducir
cláusulas que desnaturalizan el contenido del contrato.
Para que pueda estimarse que
concurren tales circunstancias, habrá que tomar en consideración el nivel de
información proporcionado, pues una correcta información excluiría el factor
sorpresivo, y la diligencia empleada por el prestatario adherente para conocer
las consecuencias económicas y jurídicas del préstamo y los posibles efectos
futuros de la condición general discutida sobre el coste del crédito.
Diligencia exigible al empresario adherente que dependerá, en gran medida, de
sus circunstancias subjetivas, como personalidad jurídico-mercantil, volumen de
negocio, estructura societaria, experiencia, conocimientos financieros,
asesoramiento, etc.
Y como quiera que el adherente no es
consumidor, operan las reglas generales de la carga de la prueba. Por lo que
habrá de ser el prestatario que pretende la nulidad de una condición general
desde el punto de vista de la buena fe, alegando la introducción de una
estipulación sorprendente que desnaturaliza el contrato y frustra sus legítimas
expectativas, quien acredite la inexistencia o insuficiencia de la información
y quien, ya desde la demanda, indique cuáles son sus circunstancias personales
que pueden haber influido en la negociación y en qué medida la cláusula le fue
impuesta abusivamente.
4.- Como resulta que estas últimas
circunstancias ni siquiera han sido objeto de alegación, este tercer motivo de
casación también ha de ser estimado.
OCTAVO.- Consecuencias de la estimación
de los tres primeros motivos de casación.
1.- La estimación de los tres primeros
motivos de casación hace innecesario el examen y resolución del cuarto motivo,
puesto que éste se refiere a las consecuencias de la nulidad de la cláusula,
que no ha sido declarada.
2.- A su vez, conlleva que deba
anularse la sentencia recurrida y confirmarse la de primera instancia.
NOVENO.- Costas y depósitos.
1.- La desestimación del recurso
extraordinario por infracción procesal debe conllevar la imposición a la parte
recurrente de las costas causadas por el mismo, según determinan los arts.
394.1 y 398.1 LEC.
2.- La estimación del recurso de
casación implica, a su vez, desestimación del recurso de apelación. Por lo que
no procede hacer expresa imposición de las costas del recurso de casación (art.
398.2 LEC), mientras que las del recurso de apelación deben imponerse a la
parte apelante (art. 398.1 LEC).
3.- Procede la pérdida de los depósitos
constituidos para el recurso extraordinario de infracción procesal y para el
recurso de apelación; y la devolución del prestado para el recurso de casación.
Todo ello, de conformidad con la disposición adicional 15ª, apartados 8 y 9,
LOPJ.
FALLO:
Por todo lo expuesto, en nombre del
Rey, por la autoridad que le confiere la Constitución, esta sala ha decidido
1.º- Desestimar el recurso
extraordinario por infracción procesal interpuesto por Banco Mare Nostrum S.A.
contra la sentencia dictada por la Sección 3ª de la Audiencia Provincial de
Huelva, con fecha 21 de marzo de 2014, en el recurso de apelación nº 151/2013. 2.º-
Estimar el recurso de casación interpuesto por la misma parte recurrente contra
dicha sentencia, que casamos y anulamos. 3.º- Desestimar el recurso de
apelación interpuesto por Garaje Santa Inés S.L. contra la sentencia núm.
11/2013, de 4 de marzo, dictada por el Juzgado de 1ª Instancia nº 4 y Mercantil
de Huelva, que confirmamos en todos sus pronunciamientos. 4.- Imponer a
Garaje Santa Inés S.L. las costas del recurso de apelación. 5.º- Imponer
a Banco Mare Nostrum S.A. las costas del recurso extraordinario por infracción
procesal. 6.º- No hacer expresa imposición de las costas del recurso de
casación. 7.º- Ordenar la pérdida de los depósitos constituidos para los
recursos de apelación y extraordinario por infracción procesal y la devolución
del constituido para el recurso de casación. Líbrese al mencionado tribunal la
certificación correspondiente, con devolución de los autos y del rollo de Sala.
Notifíquese esta resolución a las
partes e insértese en la coleccion legislativa.
Así se acuerda y firma.
T R I B U N A L S U P R E M O Sala de lo Civil
VOTO PARTICULAR:
Magistrado que formula el voto
particular: Excmo. Sr. D. Francisco Javier Orduña Moreno.
PRIMERO.- Con absoluto respeto a la decisión
de los Magistrados y compañeros de la sala debo indicar, desde ahora, que el
voto que formulo, aunque necesariamente discrepante con la doctrina
jurisprudencial objeto de examen, se realiza tanto desde la finalidad
primordial de que sea útil para la mejor comprensión de la naturaleza y alcance
del control de transparencia, como desde la coherencia de los planteamientos
que vengo sustentando en esta materia. En este contexto, y hasta que el
legislador nacional se ocupe de esta importante cuestión social que afecta a
criterios de justicia contractual y a los intereses generales, sustento que la
noción jurídica de la transparencia, como principio general del derecho,
permite que la protección dispensada por el control de transparencia se
extienda, también, a la contratación entre empresarios. En efecto, como ya tuve
ocasión de desarrollar en el voto particular que formulé a la STS 367/ 2016, de
3 de junio, a cuyos fundamentos jurídicos me remito, no puede negarse que el
plano axiológico y teleológico de la normativa objeto de aplicación, esto es,
la LCGC, sienta los presupuestos de su aplicación en los siguientes aspectos.
Por una parte, en la correlación entre una reglamentación predispuesta y la
posición de inferioridad del adherente. Situación de inferioridad que se
traduce tanto en su posición negocial (la cláusula le viene impuesta, sin
posibilidad de negociación), como de conocimiento en los casos de asimetría de
información respecto de las consecuencias que comporta su aplicación. Por otra
parte, el fundamento de su aplicación responde a una reacción del ordenamiento
contra el clausulado abusivo tanto por su carácter injusto (contrario a
Derecho), como por comportar una vulneración de los bienes jurídicos que deben
ser objeto de tutela en el tráfico patrimonial de la contratación bajo
condiciones generales. De ahí que, para el carácter informador del principio
jurídico que se deriva del concepto normativo de la transparencia, sea
indiferente la condición del consumidor, de empresario o de la empresa que resulte
perjudicada por la cláusula declarada abusiva por falta de transparencia,
siempre que su posición negocial, como se ha señalado, sea la de un mero
adherente de la reglamentación predispuesta; sin posibilidad de negociación.
Además, tampoco se puede cuestionar que una plasmación de esta extensión ya se
ha producido en nuestro ordenamiento jurídico. En este sentido, el artículo 9
de la Ley 3/2004 de Lucha contra la Morosidad (LLCM) prevé el control de
abusividad entre empresas en el ámbito de su aplicación. Avance que, conforme a
las Directiva 2011/7/UE del Parlamento europeo y del Consejo, de 16 de febrero
de 2011, también recoge la Ley 14/2013, de 27 de septiembre, de apoyo a los
emprendedores y se resalta en el Proyecto de Ley de Contratos del Sector Público,
de 2 de diciembre de 2016. SEGUNDO.- En virtud de lo razonado y dado que
la sentencia de la Audiencia consideró acreditado que la entidad prestamista no
cumplió con sus especiales deberes de transparencia, las cláusulas litigiosas
debieron calificarse de abusivas por aplicación del control de transparencia
con la consiguiente nulidad de pleno derecho de las mismas.
El presente texto proviene del
Centro de Documentación del Poder Judicial. Su contenido se corresponde
íntegramente con el del CENDOJ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario